GOBERNADORES DEL SIGLO XIX EN SAN JUAN
Los próceres en carne viva
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—Lo mismo va a tener que ayudarnos.
El 22 de febrero el obispo pondría su parte.
Faltaba un líder
Pero mientras se negociaba, se vivía pendiente de un hilo.
El gobernador Fernández respondía a Brizuela, ¿qué otra cosa podía
hacer?.
La Sala mandó confeccionar una lista de personas que podían ser con-
sideradas peligrosas para la causa de la Federación. Los removió a todos
los que ocupaban cargos en el gobierno, sin derecho a defensa alguna.
De pronto alguien tuvo una idea.
—Nos está haciendo falta un líder militar.
Varios pensaron en el teniente coronel Benavides, aquel que había
hecho una revolución fracasada contra Yanzón y este lo declarara fuera
de la ley el 22 de setiembre de 1835.
No era momento para reparar en pequeñas cosas.
El 28 de enero los legisladores derogaron el anterior decreto fundamen-
tándolo en
“la falta de sumario en la causa incoada contra Benavides,
lo que demostraría su inocencia y en la criminalidad del ex goberna-
dor”,
por lo que se le repuso la ciudadanía y su grado militar.
El 15 de febrero estaba de regreso Benavides en San Juan.
Todo cambió entonces.
Hubo efervescencia en los cuarteles.
Los riojanos todavía no se iban.
Fernández convocó a elecciones de doblantes para elegir gobernador.
En principio la había convocado para el 12 de febrero, pensando en ha-
cerse reelegir. Pero ante una insinuación de Rosas la pasaron para el 25.
Como era previsible, triunfaron los adictos a Benavides.
Lo que nadie sabía en aquel momento es que Benavides gobernaría
en los siguientes veinte años.
El primer problema urgente que debía resolver el nuevo gobernador
era terminar con la ocupación riojana.
“La permanencia de las tropas acá es ya insoportable así por la exor-
bitancia que comen de carne y demás artículos, sin la menor conside-