GOBERNADORES DEL SIGLO XIX EN SAN JUAN
Los próceres en carne viva
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del Paraguay, donde fui prisionero. Si así no fuese y existen datos cier-
tos de mi infidelidad (connivencia con los realistas) estoy pronto para
que cualquiera me quite la vida de un bastonazo”.
Digamos que los autores e instigadores del movimiento fueron arresta-
dos. Entre ellos Laprida que según un comunicado del comisionado
García fechado el 20 de diciembre, fue
“uno de los individuos compro-
metidos en el movimiento del 30 de setiembre pasado quien, bur-
lando el 14 de diciembre el celo de los centinelas ha fugado de San
Juan creyéndose va en viaje a Buenos Aires”.
El 14 de enero de 1814 se cerró la causa instruida, con una condena con-
tra los autores y demás implicados como
“perturbadores del orden y
la tranquilidad pública”.
El final de la historia
¿Cómo terminó la historia?
Digamos que Saturnino Sarassa fue repuesto en el mes de enero por el
gobierno superior.
Pero ya nada quería saber con esta provincia.
A los pocos días renunció y dio por terminada su carrera política. Dicen
que ni siquiera cobró el sueldo de 800 pesos anuales que se le había fi-
jado. Tampoco aceptó ser nombrado teniente gobernador en La Rioja
Pero no hay mal que por bien no venga.
Durante su exilio en Mendoza, el viudo militar y desafortunado primer
teniente gobernador de San Juan, entró a noviar con una joven de aque-
lla provincia, María Felipa Moyano. Y ese mismo año 1813, se casó en
segundas nupcias.
Sintiéndose enfermo, atacado por una ciática crónica adquirida en la
campaña del Paraguay, el 8 de agosto de 1814, a su requerimiento, el
general San Martín le concedió la cédula de retiro a inválidos con una
módica pensión.
En 1818 fue miembro del Cabildo de Mendoza, donde residió algunos
años; pero habiéndole el gobierno de aquella provincia suspendido la
pensión de que disfrutaba por no ser natural de allí, debió regresar a
Buenos Aires. El 24 de setiembre de 1824 solicitó Sarassa pasar a la ciu-