GOBERNADORES DEL SIGLO XIX EN SAN JUAN
Los próceres en carne viva
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Según ese censo, de los 1.409 negros que vivían en la ciudad, 230 eran
libres y 1.179 esclavos. De los 1.268 que habitaban la zona rural, había
962 libres y 306 esclavos.
Beatos y marranos
Pero volvamos a nuestro primer teniente gobernador.
Sarassa asumió condicionado por dos grandes problemas. En el plano
nacional, el viraje que significó el Triunvirato contra la anterior política
de la Junta Grande. Y en el plano local las tradicionales peleas entre
“be-
atos” y “marranos”
y la presencia en cada uno de esos grupos de parti-
darios del centralismo y del provincialismo.
A eso debía sumarse que sólo unas pocas familias contaban en la pro-
vincia y que parentescos o intereses contribuían a la formación de gru-
pos.
En toda historia y aunque todos coincidan en sus objetivos, unos juegan
de amigos y otros de opositores.
¿Por qué iba a ser distinto en este caso?
Los
marranos
pronto buscaron un acercamiento. En ese grupo estaban
José Ignacio de la Roza, Aberastain y Godoy. Decidieron enviar al nuevo
teniente gobernador un oficio señalándole
“la dulce complacencia que
a los firmantes le producía el arribo del teniente gobernador don Sa-
turnino Sarassa y dan gracias por la buena elección de este jefe”.
Como siempre ocurre, hasta algún
beato
despistado firmó el oficio.
En realidad, más que congraciarse con Sarassa lo que hacían era provo-
car al sector barrido por la junta subalterna, en especial los hombres
fuertes hasta ese momento, José Javier Jofré y el ex diputado José Ignacio
Fernandez Maradona.
“No es un patriota”
Para colmo de males, un joven abogado estaba dispuesto a iniciar su ca-
rrera política sin reparar en medios. A diferencia con los Del Carril o De
la Roza, que eran de familias ricas, este joven idealista tenía sus estudios
universitarios pero era de familia pobre. Se llamaba
Francisco Narciso
de Laprida
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