GOBERNADORES DEL SIGLO XIX EN SAN JUAN
Los próceres en carne viva
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En una inteligencia como la suya, con los serios deberes que usted tiene en la
vida, con los destinos que le esperan, eso sería una degradación moral, que cre-
aría una desgracia mayor que la que usted pretende conjurar con medios tan
mortíferos”.
Mitre
En esos días llega a oídos de Sarmiento la confirmación de que Benita
ha perdido su embarazo. Le escribe nuevamente a Mitre.
San Juan, 20 de junio de 1862:
“Mucho me ha calmado su carta. ¡Mucho! Pero no todo lo que necesito.
Hace ya un año mortal que gimo bajo el peso de mis tormentos y el tiempo me
trae agravación y recrudescencia.
¿Es culpa mía? Será en buena hora. Pero hay algo de fatal. (...)
No me exagero el mal.
No es el público lo que me preocupa: es la vida íntima, la degradación moral
aceptada y que el crimen triunfante para imponer nuevas condiciones, nuevos
martirios como los que he soportado diez años.
Fíjese en esa fecha.
Yo he llevado en el seno una víbora envenenada y disimulado sus mordeduras,
hasta que me mordió en el corazón.
No escribiré a nadie en adelante. Hice a designio que muchos conocieran la ver-
dad porque quería poner una muralla de bronce por delante.
He roto con Dominguito, es decir, me he arrancado una parte del corazón. Ex-
plotador sin sentimientos caballerezcos, me ha anunciado que estará con ella.
Le he indicado que pida habilitación de edad y se emancipe con su nombre legal,
terminando toda correspondencia. Es imposible conservarla con un interme-
diario”
“Sé que mi esposa derrocha dinero con profusión gracias a usted y a la falta de
delicadeza de ella para recibir dobles pensiones. Si usted cree conveniente alguna
vez suspenderle la pensión que le lleva mi administrador Ocampo, para forzarle
por hambre a salir, dígaselo a él de mi parte.
Haga usted caso de mis consejos. Mis medios serán siempre mortíferos como
usted lo indica.
Una sola cosa exijo: no verla jamás. Sobre todo no ser llevado al presidio horrible
en el que se han agotado al fin mis fuerzas.