Juan Carlos Bataller
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Con el pensamiento en Aurelia
Pero no sólo Benita llenaba las horas de Sarmiento en aquellos días de
su gobernación.
También estaba Aurelia.
Aunque no era exactamente bella, era una joven muy atractiva, posee-
dora de una gran cultura, desde niña acostumbrada a moverse en los
círculos más altos de la sociedad porteña.
Además, sabía de las luchas políticas, de los sinsabores y las mieles del
poder.
Todo lo había aprendido de su padre, el abogado más prestigioso de
Buenos Aires, siempre haciendo equilibrio en la cuerda floja que lo obli-
gaba a pasar de los salones de los poderosos al destierro de los derro-
tados.
Dalmacio Velez Sarsfield era ese hombre que supo tener la estancia más
preciada de Buenos Aires y también conocer la miseria por las arbitra-
riedades de Juan Manuel de Rosas.
Una muerte no muy clara
Aurelia venía de una dura experiencia que fue fuente de comidilla para
la sociedad porteña.
En 1853, con sólo 17 años, había contraído matrimonio con su primo
Pedro Ortiz Velez, veinte años mayor, graduado en medicina en la Uni-
versidad de Chile y militante de las ideas unitarias.
En 1852 Pedro había sido electo diputado de la legislatura porteña, lo
mismo que su tio Dalmacio. Esto hizo que la relación entre ambos se
hiciera más estrecha y que Ortiz Velez frecuentara casi diariamente la
casa de los Velez Sarsfield.
Un día, abruptamente, Aurelia y Pedro decidieron casarse.
Nadie dio precisiones sobre tan drástica decisión.
El caso es que el matrimonio terminó rápido y tan abruptamente como
había comenzado.
La versión histórica dice que una noche Pedro,
“al levantar la tapa de su
reloj para consultar la hora, vio reflejado en el metal la imagen de su mujer que