Juan Carlos Bataller
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Nada quedó de aquel gran sueño. La minería no perdona los empren-
dimientos que no se asientan en modernas tecnologías y grandes capi-
tales.
Tampoco guarda recuerdos de aquellos sitios donde no se tomaron re-
caudos para que el desarrollo sea sostenido cuando el mineral se agote.
Aparte de vestigios de las plantas de fundición de Hilario y Soroca-
yense, un trapiche en el alto del Tontal, ruinas de máquinas y vías De-
cauvile, nada quedó...
Villa Ricard nunca figuraría en los mapas.
Gran hacedor
En solo dos años de mandato, Sarmiento instrumentó proyectos muy
variados. Introdujo en la provincia una imprenta, reabrió el periódico
“El Zonda”, y mejoró el servicio de correos. También trazó el primer
plano de la provincia, abrió caminos y ensanchó calles. Edificó baños
públicos, hospitales y promovió comunidades agrícolas.
Sí, hizo mucho.
Pero también fue el centro de discusiones que tuvieron repercusión na-
cional.
Como cuando en 1863 declaró en San Juan el Estado de Sitio. Y, como
coronel, asumió personalmente la dirección de la guerra contra el cau-
dillo riojano “El Chacho” Angel Vicente Peñaloza, que había invadido
la provincia. Derrotado en Caucete, Peñaloza se refugió en Olta, donde
lo mató el mayor Pablo Irrazabal. Aunque Sarmiento no había ordenado
esa ejecución, el Gobierno nacional lo responsabilizó.
El presidente Mitre sostuvo que la represión contra Peñaloza debía ser
policial y no militar. Y el ministro del Interior de la Nación, el sanjua-
nino Guillermo Rawson, consideró que la aplicación del estado de
sitio
era una medida que sólo podían disponer las autoridades nacionales
sólo en casos excepcionales. Nunca los gobiernos de provincia.
San Juan no estaba preparado para comprender tantas ansias de progreso.
“Este hombre está triste”
La presencia de Dominguito en San Juan, trajo alivio al gobernador.