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GOBERNADORES DEL SIGLO XIX EN SAN JUAN
Los próceres en carne viva
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maquinaria para el yacimiento y traer inmigrantes para las colonias agrí-
colas. Gran propagandista, Sarmiento no ahorraba calificativos:
-Las minas son una realidad como en California.
-Se construyen hornos, trapiches y máquinas de amalgamación...
-Estamos en víspera de una época nueva...
-Podemos devolver a usted, a Buenos Aires y a la República entera lo
que me anticipen....
El gobierno nacional fue esquivo en un comienzo. Pero era Sarmiento
quién pedía insistentemente.
Bartolito Mitre, hijo del presidente, visitó los puestos mineros. Y el pre-
sidente decidió que la Nación se suscribiera con 12 mil pesos plata en
acciones de la Compañía de Minas. Pero, quizás porque no creía en los
sueños de Sarmiento y no deseaba que la Nación fuera socia de la Com-
pañía, decidió que las acciones fueran cedidas a la provincia.
Las acciones se emitieron, se construyeron algunos hornos de fundición
y se intensificaron los trabajos.
-Las minas están a punto de abrir sus capullos. Los trabajos de Ric-
kard marchan aceleradamente. En dos meses más están montadas las
máquinas y hornos de fundición en abundancia...
– escribía Sarmiento
al presidente.
Pero la realidad se impuso con toda su crudeza. Sarmiento ya estaba
con un pie en el extranjero pues había sido designado en Washington.
Acongojado escribe al presidente.
-Lo que me tiene perplejo es el estado de la Sociedad de Minas, que
se halla en crisis. Hoy se enciende el primer horno para la fundición
de metales. Hoy he enviado nueve mil pesos para la compra de meta-
les... Principian los trabajos de producción y no hay metales para sos-
tener el trabajo un mes ni plata para comprar. Hasta hoy no ha llegado
ni aviso de que se esté cobrando el tercer pedido en Buenos Aires y
esos doce mil pesos fuertes no llegan en un mes, los de San Juan están
invertidos en metales pues basta quince o veinte cajones para absor-
ber aquella suma. Y los hornos paran y los salarios de Rickard, hor-
neros, encargados y maquinistas nos devoran. La desconfianza cunde,
el cuarto pedido no puede hacerse y la sociedad quiebra... La caída
será tan estrepitosa que hasta Londres llegará el rumor y la decep-
ción...
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