Y su presencia fue providencial.
Porque fue el hombre que pudo concretar la
revolución urbanística de San Juan a la vez que
lograr el apoyo de un gobierno nacional para que
continuara con una reconstrucción que tuvo su
utilización política por el gobierno peronista al que
esa Revolución Libertadora quería aplastar.
Enérgico, expeditivo y preciso, con la
colaboración del presidente del Consejo de
Reconstruc-ción, ingeniero Alberto Constantini,
apodado por su decisión “El pibe topadora”,
Carreras ejecuta la obra inconclusa, configurar
una nueva ciudad.
Y lo hace sin importar quien era el afectado, ya
sea un prominente político, un fuerte empresario
o un influyente periodista. No valieron poderes
económicos ni presiones políticas o religiosas. La
topadora pasaba por donde tenía que pasar,
volteaba lo que tenía que voltear y fijaba la línea
de edificación.
Más de una vez los muebles quedaron en
medio de la calle y una vivienda expuesta sin su
frente.
Claro, esto pudo hacerse porque no existía un
control institucional. Pero lo rescatable es que se
hizo.
Y como toda historia, esta también tuvo su
reverso.
Porque en medio de un clima de
modernización donde todos querían tirar lo viejo y
levantar nuevas edificaciones, no se respetaron
edificios que hacían a nuestra historia.
Mucho del pasado sanjuanino pudo rescatarse.
Como la hermosa edificación de la calle Mendoza
que pudo salvarse o reproducirse, con la suntuosa
Casa España, casi intacta, el Palacio Episcopal, el
Cine Cervantes y hasta el frente de la Catedral y
Santo Domingo.
Ya no es tiempo de lamentos. Quizás, sí, de
inventarios.
Lo concreto es que un año después de asumir
su cargo, el general Carreras se fue de San Juan.
Y un peronista, entonces secretario general del
Centro Empleados de Comercio, Carlos Fernando
Yossa, tuvo la hidalguía de reconocer:
“...queremos dejar sentado un principio: sea quien
sea quien gobierne San Juan, en carácter de
interventor o como gobernante surgido de una
elección, tendrá que seguir cumpliendo la obra
señera que ha realizado en la provincia el
maginar la construcción de una ciudad es
un tema apasionante pero muy difícil en
su concreción.
Mucho más difícil aun es encarar la re-
construcción de una ciudad.
Más aun si se avanza sobre propiedades
privadas, derechos adquiridos, intereses políticos.
Imaginemos por un momento lo que pudo
significar la apertura de la avenida José Ignacio
de la Roza o Central o la expropiación de muchos
de los terrenos de más valor en la ciudad para
cons-truir los grandes edificios públicos.
Pensemos, nada más, que hasta el terremoto
no existían los edificios 25 de Mayo (Tribunales),
9 de Julio (ministerios) ni el Palacio de Correos ni
los Bancos de la Nación e Industrial (luego
BANADE).
Que había que ampliar las avenidas Alem,
Rioja, España, Córdoba, Libertador San Martín.
Que había que construir no sólo calles más
anchas sino grandes veredas a costa de terrenos
privados, demoliendo en muchos casos el frente
de casas que habían quedado en pie y
precisamente en una época donde la demanda de
viviendas era acuciaste.
Reconstruir San Juan fue una epopeya.
Pensemos en lo que significa incorporar pa-
labras como construcción antisismica, casas ali-
neadas, ochavas en las esquinas, nueva
numeración domiciliaria con orientaciones a los
cuatro puntos cardinales, bulevares en las
avenidas, arbolado público para una vieja ciudad
sin sombras, acequias regadoras, espacios
verdes...
Y en cada tema, opiniones diversas, debates,
polémicas, intereses económicos y políticos.
No nos engañemos. Como recordaba don
Abenhamar Rodrigo en un artículo en el libro “Y
aquí nos quedamos”, editado por El Nuevo Diario,
“la ciudad poseía la fisonomía de la avara
estrechez de mira, del torpe trazado, del ejemplo
de las no siempre honrosas tradiciones
argentinas. Era una provincia donde se
enseñoreaban oscuros gobernantes, provistos de
odios perso-nales y enconos políticos,
divorciados de la ima-ginación y el progreso, que
no toleraba la presencia de árboles, de acequias
regadoras, donde todo estaba hecho a lo criollo, a
la que te crias-te...””
Tiene razón Rodrigo: los terremotos son las
revoluciones de las ciudades. Y San Juan
necesitaba una revolución para terminar con una
ciudad opaca, deslucida, ocre, ciudad de barro”.
Y en este contexto vale recordar una
presencia de aquellos años.
En el marco de una argentina dividida entre
peronistas y antiperonistas llega a San Juan en
calidad de interventor, el general Marino Barto-
lomé Carreras.
56
EL PIBE TOPADORA
I
Un sector de la ciudad visto desde el aire.
JUAN CARLOS BATALLER - EDGARDO MENDOZA