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JUAN CARLOS BATALLER - EDGARDO MENDOZA
LA EXCELENCIA UNIVERSITARIA
ue quizás la época que San Juan
alcanzó una mayor excelencia en
su vida universitaria.
Pero la historia tiene un comienzo.
Y este hay que ubicarlo en 1939,
cuando nació la Universidad
Nacional de Cuyo, que incluía dos
facultades, la de Filosofía y Letras y la de Ciencias
que contaba con tres escuelas. Una de ellas era la
de Ingeniería, que tuvo su sede en San Juan.
A partir de 1945 se comenzó a trabajar la idea
de transformar la escuela de Ingeniería en
facultad, anhelo que se concretó en febrero de
1947. Desde entonces la unidad se denominó
facultad de Ingeniería y Ciencias Exactas, Físicas
y Naturales. Tres años después se creó la escuela
de Arquitectura y Urbanismo que dependió
durante muchos años de la entonces recién
creada facultad de Ingeniería.
Los años 50 fueron de brillo, lo que se debió
fundamentalmente a que se incorporaron nume-
rosos profesores que contaban sin excepción con
una excelente formación universitaria.
En matemática se contó con el apoyo del
doctor Monteiro, y en geometría analítica con
Jorge Bosch. En sismología trabajó el ingeniero
Fernando Volponi, en electromecánica el
ingeniero Enrique Gatti y en el área de minería se
destacó el ingeniero Ramón Ruiz Bates. En
hidráulica trabajaron los ingenieros Manuel García
Wimer y Enzo Macagno. Las investigaciones
astronómicas se desarrollaron de la mano de los
doctores Juan José Nissen y Ulrrico Cesco.
Nicolás Horodniceanu trabajó en el área del
hormigón armado y el ingeniero Aldo Bruschi en la
de construcciones antisísmicas. Otra figura de
renombre fue Gregorio Klimosky quien tuvo a su
cargo el dictado de una epistemología de la
ingeniería y en diversas tareas fueron muy
importantes los aportes de Germán Dates y
Alberto Constantini.
¿Qué llevó a la radicación de tantos
excelentes profesores en San Juan? Varias
razones. Algunos emigraron de Europa luego de
la derrota del fascismo en 1945 al finalizar la
Segunda Guerra Mundial. Otros encontraron aquí
un oasis de paz, al margen de ciertas
persecuciones que desde el gobierno nacional se
realizaba contra algunos intelectuales. Pero la
gran mayoría se radicó en forma definitiva
atraídos por las condiciones de excelencia que ya
existían y que ellos mismos contribuyeron a
consolidar.
Los años 50 y 60 fueron florecientes para
nuestra facultad. Fueron años en los que la
investigación llevó a que nuestra casa de estudios
fuera reconocida en nuestro país y en el exterior.
En 1953 se creó el observatorio astronómico
“Félix Aguilar”, luego se pusieron en marcha las
estaciones sismológicas y se crearon los institutos
de investigaciones mineras, antisísmicas y de
materiales y suelos.
Consecuencia de la presencia de brillantes
académicos y la seriedad de los trabajos de
investigación, fue que a mediados de la década la
fa-cultad comenzó a contar con dos excelentes
revistas universitarias: Notas Cuyanas de
Ingeniería y Actas Cuyanas de Ingeniería. Ambas
sirvieron para difundir las investigaciones que se
realizaban y se utilizaron como material de canje
para obte-ner otras publicaciones de equivalente
prestigio.
La calidad académica fue tal que se contó con
una elevada matrícula de alumnos. No solamente
había sanjuaninos. Por momentos más del 50 por
ciento de la matrícula provenía de Mendoza y
provincias del norte de nuestro país. También era
importante el numero de estudiantes extranjeros
originarios de Bolivia, Chile, Perú y América Cen-
tral.
Los egresados eran considerados como los
mejores del país.
Por dar ejemplos digamos que en astronomía
se pudieron concertar acuerdos con las famosas
universidades de Yale y Columbia y que en
materia minera el instituto de investigaciones era
considerado una voz inapelable en cualquier litigio
que se suscitara sobre el tema en esta parte de
América. En el caso de los ingenieros hidráulicos,
los ingenieros formados en San Juan han
participado o dirigido la casi totalidad de los
grandes proyectos hídricos realizados en
Argentina. Cuando la empresa norteamericana
Harza realizó los trabajos sobre la construcción
del dique de Ullum no vaciló en confiar gran parte
de los estudios a cuatro brillantes profesionales
recién recibidos.
F
En estas construcciones precarias, que aún se mantienen, funcionaba la facultad de Ingeniería en los años 50.
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