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EL SIGLO XX EN SAN JUAN
VIDA SOCIAL
Las más concurridas fueron El Aguila, La
Chiquita y el café La Giralda, desde donde se lle-
garon a realizar transmisiones radiales.
El Aguila, sobre calle Rivadavia, tenía distintos
salones, con sector familiar y para hombres
solos, donde había juegos para ser disfrutados
por los caballeros. La Chiquita, sobre calle Mitre,
llegó a poseer un trinquete que hacía los deleites
de los valencianos radicados en San Juan.
Los clubes contribuyeron al esparcimiento de
los sanjuaninos, entre otros estaban el Club
Social, el Círculo Italiano, la Libanesa y la Casa
España. En esta última se desarrolló una activi-
dad cultural intensa y en todos ellos se realizaron
bailes de carnaval estupendos.
Para un sector más reducido se realizaban
bailes y fiestas familiares en los grandes chalets.
Los casamientos allí festejados fueron magnífi-
cos. Se realizaron bodas en que se unieron fami-
lias de inmigrantes con algunas de antiguas raí-
ces coloniales pero menos recursos.
Aunque continuaron existiendo algunas des-
confianzas y envidias de los más antiguos con
respecto a los recién llegados. Los inmigrantes ya
disputaban la primacía social a las familias tradi-
cionales.
La moda vestimentaria trajo cambios tanto
para el hombre como para la mujer, los primeros
eliminaron el chaleco, el monóculo y el bastón.
Las segundas acortaron el largo de sus vestidos,
descubrieron sus brazos y parte de las piernas en
un proceso que se inició en Europa una vez ter-
minada la primera Guerra Mundial. Los vestidos
largos de noche que utilizaron las damas descu-
brieron la espalda y en ocasiones también los bra-
zos. Para el hombre llegó el escote en "V" junto
con la práctica del tenis. En síntesis se usó un tipo
de ropa más liberal.
Pero siempre para la mujer el referente con
respecto a la moda fue París y para el hombre
Londres. En eso se mantuvo la tradición.
Ayudado en muchos casos por la radio el
deporte alcanzó índices muy importantes de
público y de participantes. El fútbol tomó la delan-
tera en cuanto a popularidad y algunos clubes se
organizaron en torno a grandes bodegas como el
RECUERDOS
A
llá por los años 30, donde ahora está la
Galería Estornell, estaba el bar La
Alhambra, en la calle Mitre. El edificio
era de altos y ostentaba un pretencioso aire
árabe. Al frente, sobre calle Mitre, había un
gran salón que era la confitería o bar. Seguía
un pasillo y remataba en un frontón de pelota,
cuyos laterales lucían amplias galerías para la
gente que gustaba del juego, que entonces
era mucha y muy aficionada.
Era el lugar obligado de la colonia valencia-
na y los domingos por la mañana concurría en
masa a jugar o animar a sus pelotaris. O hacer
sus apuestas, beber sus casallas, jugar unos
tutes y unas briscas y desayunarse con fiam-
bres con naranjas, comentar las fallas y parlar
de las cosas de la querida y lejana patria. Para
mí era todo un placer pasar las horas escu-
chando la densa y jugosa lengua de Blasco
Ibañez, entre el olor al anís y el acre perfume
de las naranjas.
Las vísperas y los feriados, con las prime-
ras sombras de la noche, atracaba contra la
plaza 25 de Mayo, frente a La Alhambra, una
especie de ómnibus descubierto. “La batea”,
la llamaban, era de la empresa Alcaide y hacía
el recorrido turístico del centro de la ciudad
hasta la pileta York, ubicada en La Bebida y
propiedad de una familia Yornet.
El “Bocho” Alcaide daba unos bocinazos,
pegaba unos gritos y la gente acudía a la
“batea” (un peso ida y vuelta), sacaba sus
boletos, tomaba asiento e iniciaba una de las
más encantadoras excursiones de entonces.
¡El viaje a la Pileta York! El lugar estaba de
moda y la juventud acudía allí a tomar algo, a
cenar y a bañarse. Era una pileta de agua sur-
gente, fresca y transparente. En torno a la pile-
ta bien iluminada, estaban ubicadas las mesas
y sillas. Mantelitos cuadrillé, floreros, cenice-
ros y buena atención.
La cantina era bien surtida y las minutas y
parrilladas de primer orden. Los precios aco-
modados. Había una hilera de vestuarios y,
aunque le parezca raro, la gente entonces se
vestía para bañarse”.
Rufino Martínez
“La Gran Aldea”
La orquesta Igarzábal
Esta orquesta típica deleitaba a los amantes del tango con
sus actuaciones en radio y locales bailables. En la foto, la
orquesta posa en la escalera de Radio Colón. La integraban
Alberto Igarzábal, director y pianista; Carlos Aguirre, cantor;
Marcos Sigal, primer violín; Gilberto Martínez, segundo
violín; Angel Paiva, tercer violín; Manuel Orieta, primer
bandoneón; Eduardo “Caneca” Arias, segundo bandoneón;
“Pichón” Cáceres, tercer bandoneón; Juan Leguiza,
contrabajo y Angel Nieto, segundo violín.
La Cuyanita
Hilda Rufino, “La Cuyanita”, cantante de gran
repercusión en los años ’30, ’40 y ’50, aparece en esta
foto de 1936, durante una actuación en LV5 Radio Los
Andes, en momentos que recibe un presente floral.
club Del Bono, el club Graffigna y El Globo, este
último sostenido por las empresas vitivinícolas del
B.A.P., la línea ferroviaria de los ingleses.
En los años 30 San Juan vio su primer cartel
luminoso que perteneció a la Farmacia, Laborato-
rio, Optica, Perfumería y Juguetería Videla. Estaba
en calle Santa Fe casi General Acha.