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as santas hacen milagros. Ella lo era. Rompía los huevos sin to-
carlos. Excelente cocinera, Matilde encontraba entre ollas y sar-
tenes, placeres olvidados (o nunca aprendidos).
Especialista en dulces, la levadura desafiaba su paciencia. Por eso
no hacía roscas ni pan dulce. Por si un cataclismo nuclear o un corte de
rutas se produjese, Matilde tenía un arsenal de comida en el frezer. Mi-
laneses de carne, pollo, pescado. Empanadas, tallarines y canelones ca-
seros. Costillas, chorizos y salamines. Un conejo entero y la pata de
ternera que había sobrado del cumple de su nieto Santino.
A su sobrina Vero que se había puesto de novio con un hombre di-
vorciado, le dijo:
Houdini