la_cena_de_los_jueves2 - page 53

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Miradas
-Vero, yo te quiero tanto, me da pena que una chica tan linda esté…
Vero tomó su cartera, le dio un beso y se fue. Matilde era Matilde.
Utilísima y El Gourmet eran sus canales favoritos. Cuando aprendía
una comida nueva, sometía a su familia a la degustación. Para el anec-
dotario quedó la vez que hizo tacos mejicanos. Como se le pasó la mano
con el picante, todos tuvieron diarrea.
-Les vino bien. Cuando yo era chica nos hacían purga con aceite de
ricino.
Su nieta Mariana se había peleado con el novio. Matilde hizo una
llamada:
-Federico, ¿por qué la dejaste a Mariana? ¡Pobrecita! ¿Vos la querés
a mi nieta?
Cuando comentó este hecho a sus amigas de canasta, se produjo un
silencio sepulcral.
-Y bueno, qué quieren que haga, yo la quiero a mi nieta y no la puedo
ver sufrir.
Matilde era Matilde.
Su hijo Fernando cumplía cuarenta y ocho años.
-Fer, estás muy flaco y pálido. ¿Te estás alimentando bien? ¿Por qué
no terminás la Universidad?
Como Fernando le cortó el teléfono, Matilde, sintió que tenía que re-
sarcirse. Sin preguntar, le hizo la torta. Su nuera Sandra había comprado
una en una panadería de moda. A los invitados les gustó más ésta y de
la otra sólo probaron un par de porciones. Matilde se retiró ofendida al
escuchar los comentarios:
-Mmmmm, qué rica, Sandra.
-¿Adónde la compraste?
-Muy bien hecha. ¡Es que ahora hay tantas panaderías especializa-
das!
Aunque resulte increíble, Matilde tenía un marido. Lito era un gran
inventor. Había ideado una estrategia personal para permanecer al lado
de Matilde cincuenta años. La gran fama de Lito eran sus actos de esca-
pismo al estilo Houdini cuando escuchaba que Matilde entraba en esos
estados de metamorfosis nerviosa. Había perfeccionado la técnica del
gran mago desarrollando una habilidad impecable para liberarse de las
camisas de fuerza controladoras, cadenas de preguntas y candados de
reclamos.
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