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Miradas
a una mesa baja y firme. Lucía estaba asustada. Su madre le había dicho
que se fuera con los otros chicos a jugar pero ella no quería. El animal
temblaba adivinando el final de sus últimos pasos.
Y llegó él cuando la víctima estaba lista. Todos lo saludaban, le
abrían paso, le tocaban el hombro. El tuerto Rocamora, el hombre que
iba a pegar la puñalada. En un bolsito pequeño escondido entre sus
ropas traía el cuchillo de matar inocencia.
Lucía andaba a los saltos con sus rulos y su muñeca de trapo. En el
almuerzo había recitado la poesía a la bandera que la señorita Margarita
le había hecho decir en el Acto del 20 de Junio.
Rocamora había quedado tuerto después de una pelea por polleras
en Chimbas.
-Con un solo ojo me basta para hacer mi trabajo, decía.
Sus puñaladas eran cortas y exactas. El animal quedaba seco, sin res-
piración. Su único ojo era la mira telescópica del arma de un sicario. La
había estado mirando mientras la niña buscaba refugio en las faldas de
la Adela. Era diferente a las otras nenas de siete años. Charlaba con in-
teligencia y respondía con sagacidad. Verla tan blanca y tan rubia le ape-
tecía.
-Listo, Rocamora, dele, ahora.
El cuchillo entró en la yugular al fondo. La sangre caliente salió a
chorros manchando su cara. Apenas una patada y el chancho exhaló su
último aliento. El festejo de todos, el agua caliente y las manos para pelar
al animal. El carneo había empezado.
-La primera costilla p´al hombre del puñal. Sírvase, Rocamora.
Después de cenar salió a fumar al patio donde los niños jugaban con
fuego.
-¡Se van a quemar! ¿Dónde están los padres de estos niños? Gritaba
la Adela mientras traía las cartas.
La luz de la llama la iluminó como un sol. Lucía era la aparición de
la Virgen. Rocamora se pasó el revés de la derecha por la boca, pegó la
última pitada y entró al comedor de la casa.
-Una copita, Rocamora.
-¡Pucha digo que hace frío! Deme la botella p´a calentar el garguero.
Le pegó un trago al anisado que le hicieron subir las ganas. Esa noche
fue el único ganador del siete y medio. Estaba contento. Pero su sonrisa
se torció cuando la niña pasó dormida en los brazos de sus padres.
-Hasta mañana. Nos vamos a dormir porque mañana hay que
echarle trabajo al animal.