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Miradas
tiene derecho a la vida y a la libertad personal. ¿Cómo actuar para que
ambos derechos humanos universales no entren en conflicto?” Era la
opinión de un especialista. Esas palabras le quedaron grabadas en su
corazón.
Dolorida y a salvo, se recostó sobre la ventanilla. Estaba sola. Respiró
profundo. Entonces, recordó su juego de niña:
-Buenos días, su Señoría.
-Mantantiru-liru-lá.
-Quiero a su hija la más bonita.
-Mantantiru-liru-lá.
-Y qué oficio le pondremos.
Entonces, Meli mujer se metió en la ronda y recuperando con libertad
su palabra y su dios, dijo.
-Tengo derecho a elegir mi propio oficio. Mantantiru-liru-lá.
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