95
JONES
T
reinta y cuatro años tenía Emilio
Argentino Sancasani.
Había nacido en Pocito, el 8 de
agosto de 1.886.
Su padre, José Sancasani, era italiano y
como tantos otros vino a hacerse un futuro
mejor, en esta tierra prometida. Es por eso
que el mejor homenaje que podía hacerle a
su nuevo país era ponerle Argentino a uno
de sus hijos varones y Argentina, a la
mayor de sus hijas.
Don José se casó con Urbelina Olavarría y
tuvo seis hijos: Diógenes, Tomás, Emilio,
Argentina (casada luego con Nicolás
Pelleriti), Hugo y Lucía, a quien apodaban
Gringa /casada con Celani)
Sí, don José Sancasani quería mucho a
este país. Había llegado de Italia más o
menos en la misma época que don Angel
Cantoni y se instaló en Pocito, donde culti-
vó una chacra. Nunca se fue de allí y con
el tiempo abrió un almacén.
También de Pocito era la familia de
Amable Jones. Y los Sancasani se visita-
ban con ellos, igual que tenían contactos
con los Cantoni que vivían en la ciudad.
Pero eran muy diferentes los Cantoni y los
Jones. Aquellos -especialmente la mamá
de Federico, Ursulina- inculcaron a sus
hijos un gran apego a la tierra que los
cobijaba y un sentido casi tribal de la soli-
daridad.
Los Jones, en cambio, especialmente el
jefe de familia, Juan, querían que sus
hijos se desarrollaran intelectualmente
en ambientes con mayores posibilidades.
Emilio trabajó desde muy joven.
Primero, ayudando al padre en la cha-
cra. Luego, curtiendo cueros. Iba todos
los días con una carretela a traer los
cueros a los que trataba en un saladero
que instaló en la propia chacra.
Era un tipo más bien bajo -medía 1,66-,
cutis blanco, ojos marrón verdoso y
cabello castaño claro.
Para las chicas -con las que siempre
tuvo mucho éxito- Emilio era
“muy
buen mozo”
. Nunca le faltaron mujeres
a su alrededor y aunque se casó ya gran-
de, tuvo varios hijos a los que reconoció
Todos coincidían en Pocito en que
Emilio era muy rebelde pero muy buen
tipo. Una prueba es que su prontuario,
que llevaba el número 23.706, estaba
límpio de antecedentes.
—Emilio, vos vas a esperar a Jones en
Pocito
Esto le había dicho el ingeniero Carlos
Porto. Y era suficiente. El se considera-
ba un oficial del cantonismo. Un nexo
entre los grandes jefes y los miles de
seguidores que aumentaban todos los
días a lo largo de la geografía provin-
cial.
Comienza a formarse el
grupo que actuaría en Pocito
mación sobre los pasos del goberna-
dor. Entre ellos estaba Antonio
Tirapegui, que en realidad jugaba de
doble espía, brindando tanto informa-
ción al gobierno a través del gerente
del Banco Provincial, como al canto-
nismo.
En base a esa información se deter-
minaría el día en que se produciría la
revolución. Ese día había que buscar
un motivo para la gente se reuniera en
un lugar determinado, sin despertar
sospechas.
El sector operativo tenía un coman-
do estratégico y células que actuarían
independientemente. El objetivo era
tomar las comisarías, la central de
Policía y la cárcel, paralelamente al
“operativo Jones”. Una comisión al
mando del Mayor Pineda tomaría la
central y la Casa de Gobierno.
Si las cosas se complicaban, había
que organizar la huida de la gente que
tuviera participación directa. Para eso
se habían dispuesto caballos y auto-
móviles.
Sólo faltaba elegir el día.
Y Federico anunció la fecha:
—El 20 de noviembre, Jones dejará
de ser gobernador.
Eran los días previos
a una muerte
anunciada.
Una muerte que
sólo podía impedir
el presidente
de la Nación.
Pasa a página siguiente.
Emilio
Sancassani.
A él se le enco-
mendó la jefatu-
ra del grupo que
actuaría, en
Pocito
(Foto proporcionada
por Argentina
Sancassani de
Pelleriti)