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JONES
Carlos R. Porto, hombre de su absoluta con-
fianza.
No era poco manejar la policía en aquellos
días.
Pero Cantoni también estaba interesado en el
Banco de la Provincia. A través del banco
podían entregarse créditos para que pequeños
empresarios y comerciantes progresaran. O
para que grandes empresarios morosos cola-
boraran en las campañas.
Aseguran que Federico le llevó un nombre a
Jones:
Cantoni:
Tengo la persona justa para el cargo
de gerente del banco.
Jones:
Lo escucho...
Cantoni:
El hombre es don Matías Sugasti,
farmacéutico de larga trayectoria.
Jones:
Mire, Cantoni, no lo nombraré a
Sugasti porque sólo sería un instrumento
suyo. Pero le ofrezco a usted la gerencia.
¿Acepta? Hoy mismo firmo el decreto.
Federico Cantoni rehusó el ofrecimiento y fue
la última vez que habló con Jones.
Años después, refiriéndose a esa reunión,
dijo:
—Un día fuimos a ver al gobernador para
pedirle que hiciera gobierno con hombres
de San Juan y de esa forma haría un
gobierno progresista. Pero fue inútil. Era
un hombre encaprichado. Había salido de
un manicomio para ir a la gobernación y
creyó que se podía gobernar la provincia
como si fuera un manicomio. ¡Nosotros
seremos locos pero no tanto como para que
embolsen...!
A
hora ya era tarde para acordar.
Y Jones gobernaba como podía y
acompañado por unos pocos.
Es cierto, ya no podía encarar las grandes
transformaciones que alguna vez se propuso.
Pero avanzaba.
Por ejemplo:
Encargó los estudios para la construcción de
un camino a Calingasta, que siguiera el camino
del río San Juan. El estudio quedó y la obra la
haría Federico Cantoni años más tarde.
D
esde el día que llegó, Jones fue
cuestionado. Pero durante los prime-
ros meses, hubo posibilidades de
arreglo.
A esta altura, ya la guerra estaba declarada y
los protagonistas jugados a todo y nada.
¿Cómo hubiera podido Jones acordar con la
oposición?
Los intereses eran demasiados pero es intere-
sante desbrozarlos:
Por un lado estaban los viejos nacionalistas u
orejudos, comandados por
Alberto Vita
.
Vita llevaba tres lustros en el Senado, lo que
hablaba de su habilidad política. Tras partici-
par del gobierno del coronel Sarmiento, fue
hábil para acordar con el gobernador Ortega.
Cuando llegó al gobierno conservador de
Angel D. Rojas él se atrincheró en el bloque
y siguió siendo un factor de poder.
Ahora era radical e igual que Cantoni era la
fuerza, Vita, con su experiencia, era el estra-
tega. Especialmente en las relaciones con la
justicia.
Vita era el presidente del bloque y junto con
Ramón Barrera apuntaban sus intereses a
conformar una corte que les respondiera. Para
ellos, la designación de Roberto Barrera
como ministro de la Corte, junto con José
Flores Perramón, era clave.
Vita sabía que a Cantoni y su gente poco le
interesaban las designaciones en la justicia.
Ellos no contaban con abogados de nivel para
proponer.
Para Vita -y también Barrera- el manejo de la
justicia era esencial. Desde allí se controlaba
la junta electoral. Allí se decidían las sucesio-
nes de grandes terratenientes cuando estos
morían. Desde allí se mantenía la clientela
política con un manejo discrecional de la jus-
ticia del crimen y la policía.
Jones sabía eso y nunca habría entregado
ese sitial.
A
Cantoni, en cambio, le interesaban
otros puestos.
Uno era la jefatura de Policía, cargo
para el que ya tenía el nombre: el ingeniero
La obra de gobierno en un
panorama muy conflictivo
El camino a Calingasta fue íntegramente realizado durante la gestion de Federico
Cantoni. Pero los estudios previos y la decisión de hacerlo siguiendo el recorrido del río
San Juan fue obra de Jones quién consideró estratégica la construcción de ese camino
para integrar los valles cordilleranos