A
mable Jones estaba en Buenos Aires.
Aunque acaba de ser electo y se preparaba
para asumir la gobernación...¿En qué otro
lugar podía estar?
Era un hombre absolutamente consustanciado con los
principios del radicalismo del 90.
El no había sido elegido para administrar una pro-
vincia sino para llevar adelante “la causa reparado-
ra” contra el régimen.
¿Podía llevar adelante esa lucha con los radicales san-
juaninos?
¿Comprendían los radicales sanjuaninos cuál era la
razón de ser de la causa?
Podía pasarse casi dos meses negociando cargos con
quienes lo habían apoyado?
No. Jones había aceptado el cargo como un puesto de
lucha por la causa en la que creía.
Uno de los hombres con los que dialogaba a menudo
Jones era Aquiles Damianovich. Había nacido en
Rafaela, Santa Fé, el 26 de febrero de 1888, o sea que
tenía poco más de 32 años. Pero pese a su juventud era
un verdadero intelectual de la política y un teórico de
las ideas del radicalismo. Desde jovencito vivió en
Buenos Aires. Abogado de profesión, consideraba que
muchos de los males argentinos pasaban por una justi-
cia al servicio de los personeros del poder. Este hombre
estaba destinado a tener una gran influencia sobre
Jones.
—No va a ser fácil su tarea, doctor.
—Sé que no lo va a ser. Ya están peleándose por car-
gos...
—En San Juan no hay caudillos, personeros, conducto-
res, apoderados ni personajes que puedan reclamar el
rol de figuración histórica que les permita hablar en
nombre del radicalismo...
—¿Le parece?
—Voy a ser más claro. Usted ha llegado al poder con
un capital político que a nadie pertenece. Ningún caudi-
llo lugareño o industrial de comité puede adjudicárselo
sino que pertenece pura y exclusivamente al sentimien-
to del pueblo que ha actuado sincrónicamente sin ser
arrastrado por hombres. Los radicales sanjuaninos son
hombres sin historia radical, que se han incorporado
con la astucia regional para operar con capital ajeno y
tratando de perpetuar bajo formas nuevas y con apa-
riencia de radicalismo, los vicios que el sentimiento
radical trata de expulsar.
—Estoy de acuerdo...
—El radicalismo es un estado de conciencia más que
una sistematización de ideales. Dejemos de lado el
carácter descollante de algunas personalidades ilustres del
país a lo largo de la historia. Lo cierto es que un núcleo oli-
gárquico con sede en Buenos Aires y ramificaciones en las
capitales de provincia se apropió de la dirección de la cosa
pública, absorviendo como un pólipo gigantesco toda la
vida nacional y llenando externamente las exigencias de un
orden formal.
—Se han aprovechado siempre de la incultura cívica de
las masas.
—Yo diría más, esa incultura es la consecuencia del usu-
fructo político, ha sido cultivada. El régimen ha sido la
causa de la formación de una falsa aristocracia que ha sido
uno de los obstáculos más serios para el afianzamiento de
una verdadera democracia. Esto se ve en las escuelas, en
las universidades, en el campo económico y hasta en la jus-
ticia.
—Ah... la justicia argentina.
—La justicia del regimen ha cumplido una misión al revés
de su contenido teórico—funcional. No ha dado a cada uno
lo suyo sino a muchos lo que no les correspondía. A través
de la justicia se han cometido grandes despojos. A través
de la justicia criminal se ha salvado de la cárcel o enviado a
ella a mucha gente, según fuera poseedor o no de una cuña
o salvoconducto. Todo esto es lo que ha engendrado un
estado de conciencia nacional. La gente ha votado contra
todo esto. Y el radicalismo es la expresión de la lucha con-
tra el régimen.
—Esta es la gran batalla que debemos dar en San Juan.
Hacer que la gente comprenda esta lucha.
—Y esto es lo dificil porque ese estado de conciencia
colectivo no ha tenido ocasión de manifestarse en San Juan
ni durante el régimen ni aun en el intervalo entre la apari-
ción de la ley Sanz Peña y la presidencia radical. Está
latente aun. Por eso es idecoroso seguir mencionando a
determinados individuos sin banderías social y política que
no sea el filibusterismo más licencioso, como representan-
tes de un ideal. Los radicales sanjuaninos no precisan de
esos mentores para afirmar sus sentimientos. Aunque ellos
desaparecieran, las fuerzas directrices seguirían siendo
fuertes. Ellos son sólo productos de las soluciones que
patrióticamente ha ensayado el comité nacional del Partido
Radical para fusionar desavenencias...
Pronto comprendería Jones que precisamente en estos con-
ceptos de Damianovich se centraría la lucha política de los
próximos meses.
Una lucha en la que estaría muy solo.
Casi como un desu-
bicado.
Las ideas
de Jones
T
erminada las elec-
ciones comenzó la
puja por los cargos
en el Poder Ejecutivo.
Llegaba el momento de com-
partir el poder.
Pero Jones ya no estaba en la
provincia.
A los pocos días de conocer-
se los resultados, el goberna-
dor electo viajó a Buenos
Aires, desde donde regresó
pocos días antes de asumir.
Los diarios de Buenos Aires
llegaban con atraso a San
Juan, por aquellos días.
Generalmente se los recibía
al día siguiente de editados,
cuando lo traía el ferrocarril.
A pesar de la existencia de
varios diarios locales, los
sectores más informados
esperaban con ansiedad a los
diarios porteños -especial-
mente La Prensa y la Nación-
aunque el matutino mendoci-
no Los Andes tenía también
sus lectores.
Por otra parte, llegaba tam-
bién la prensa partidaria,
como La Vanguardia, el dia-
rio del Partido Socialista.
El 31 de mayo, una noticia
publicada el día anterior por
La Prensa, corrió como
reguero de pólvora por todo
San Juan:
“El gobernador
Jones llevaría como minis-
tro a un sanjuanino resi-
dente en Buenos Aires,
Abraham Tapia”.
La pequeña noticia fue el
comentario de todos los café
y las reuniones comiteriles.
-Que no se equivoque
Jones; el llegó al cargo por
el partido y si no nos tiene
en cuenta se quedará muy
solo-,
se escuchó decir.
Y la frase corrió como una
consigna.
El radicalismo había ganado
las elecciones. Por primera
vez era gobierno. Pero ¿lo
era? ¿Quién podía afirmarlo?
¿Con quién hablar, si el
gobernador electo estaba en
Buenos Aires y no existía un
número 2 o un número 3?
La ausencia es la peor de las
respuestas.
Más cuando las ambiciones
están despiertas.
El gobernador
en Buenos Aires
16
JONES
Continuara...
Fuente: “El crimen y el poder”, escrito
por Aquiles Damianovich en 1922