A
hí estaba, con su extrema delgadez, su pelo
corto y sus enormes bigotazos con las pun-
tas lévemente levantadas.
Es cierto, parecía más jóven que los 52 años que
indicaba el documento.
Pero no era precisamente la edad lo que distinguía al
personaje.
Lo evidente, lo que saltaba a los ojos de quienes lo
observaban aquel 9 de julio de 1920, era que ese
hombre
era absolutamente ajeno al lugar.
Era una cuestión de pertenencia.
O, más concretamente, de falta de pertenencia.
—¡Mirá qué ridículo! ¡Se ha puesto la banda
sobre el pecho, como si fuera el presidente de la
república!
—No me dirás que no es elegante...
—¡Por favor! A lo ridículo ahora le llaman ele-
gancia.
—En esta provincia de analfabetos, nunca van a
aceptar a un intelectual como el doctor Jones
Estaba claro.
Poco tenía que ver con el San Juan de los años 20
aquel hijo de Juan Jones y Jesús Bazán que había
vuelto a la provincia treinta años después de la parti-
da para transformarse en gobernador electo.
Poco tenía que ver Amable Trifón Jones, descen-
diente de ingleses, psicólogo de nota reconocido en
Buenos Aires y Paris, con aquel ambiente provincia-
no.
—Dicen que es soltero...
—Sí, soltero es pero en Francia anduvo en amoríos...
—Amoríos tienen todos los hombres...
—Esto fue mucho más que un amorío con decirte
que tuvo un hijo al que llamó André y al que le dio
el apellido...
—¡No me digas...!
—Si te digo. El muchacho tiene ya 22 años y vive
en Paris. Te digo más... la mujer con la que tuvo el
chico se llama Clara...
A
mable Jones tenía dos hermanos mayores
que él. Juan —que fue vocal del primer
comité provincial de la UCR — y
Alejandrino. Juan era ingeniero y se radicó en La
Plata, donde estudió.
Alejandrino casó con Albina Videla, tucumana, con
la que tuvo un varón y tres mujeres.
Amable se fue de San Juan en 1886, para estudiar
medicina.
Desde ese año sólo había vuelto una vez, en 1917.
—¿Te fijaste en el detalle?
—¿En cuál?
—Nuestro gobernador tiene un ojo verde y otro
celeste.
—¡Es cierto...!
Dicen que el apellido era de origen galés. Según se
decía en la ciudad, Juan Jones venía en el barco que
encalló en Gaymon y se quedó en Chubut un tiem-
po. Pero uno de los Jones, decían en Gaymon, —
presumiblemente Juan— “se fue para el norte”.
Amable estudió en el Colegio Nacional, donde fue
compañero de Abraham Tapia, quién sería su minis-
tro de Obras Públicas.
Luego se fue a Buenos Aires.
Tras graduarse, realizó estudios de fisiología cere-
bral entre los cuales se citaban su álbum de cortes
normales del sistema nervioso. Junto con Ramos
Mejía fundó el Hospicio de las Mercedes. Fue jefe
de laboratorio de Clínica Psiquiatra y profesor de la
materia en la Facultad de medicina de Buenos Aires;
médico del Hospital de las Mercedes, donde sus
experimentos de histología normal y patología de los
centros nerviosos llamaron la atención .
Y vivió luego en Francia, donde estaba muy bien
conceptuado y presentaba trabajos en la Sociedad
Científica de París. Como que fue miembro “honoris
causa” de la Sociedad de Psiquiatría, Neurología y
Medicina Mental.
A
mable Jones salió al balcón de la Casa de
Gobierno, con su banda azul y blanca cru-
zándole el pecho. Allí, en el balcón,debió
sentirse un presidente, como don Hipólito Irigoyen,
el hombre que lo había llevado al cargo que hoy iba
a asumir.
Ya había mucha gente en la plaza, aunque el
ambiente festivo estaba ausente.
En la plaza, los comentarios se superponían.
—¿Viste? No están presentes los diputados nacio-
nalistas.
Se refería al sector radical que provenía del viejo
Partido Popular.
—Se han quedado con la sangre en el ojo. Ellos
daban por seguro que Jones les daría al menos
un ministerio.
—Y mirá a quienes viene a designar. El ministro de
Gobierno Juan Barrera Cordón, se ha hecho “radical
principista” hace sólo unos meses... Ese siempre fue
conservador.
—¿Y Abraham Tapia quién es? ¿Quién lo cono-
ce?
—Es un ingeniero sanjuanino que estudió con Jones
en el Colegio Nacional pero que al igual que el
gobernador siempre vivió en Buenos Aires...
—¿Qué te parece? ¿Puede ser ministro de
Hacienda un hombre que no conoce la provincia?
—Para colmo ha designado como jefe de Policía a
José Miguel Mugica... Eso es una provocación a los
Populares. Ellos hicieron una revolución para derro-
car a Godoy y resulta que ahora que son radicales
les vuelven a designar al mismo jefe de Policía que
tenía Godoy.
—Yo creo que este Jones se ha cortado sólo...
—Ahí está hablando. Escuchá...
—San Juan debe gratitud al presidente que le dio
libertad —,
dijo el nuevo gobernador ante un audi-
torio que sólamente escuchaba.
Las palabras de Jones sonaban monocordes. Pero el
contenido estaba expresando cuales eran sus ideas:
Un tema que evidentemente le preocupaba era la
situación de la justicia sanjuanina.
—Un país no será feliz ni civilizado si su justicia
es mala. Miro al mejoramiento de la justicia
como una de nuestras grandes tareas—,
expresó.
Y renglón seguido envió un mensaje a los partidos.
—Para que un partido político sea eficiente a su
pueblo
—decía—
, debe tener unión, ideales, prin-
cipios y propósitos sino es una demagogia. Pondré
toda la influencia posible para que los partidos
encuadren su acción en este pensamiento y, sin
mezclarme con ellos, tenderé a que los partidos se
organicen y expresen en la tranquilidad de los
comicios regulares y libres su voluntad como
compuestos de ciudadanos concientes...
L
os comentarios seguían al término del dis-
curso. La gente iba a ocupar un lugar en las
mesas de las confiterías, como hacía todos
los feriados.
La política local no podía estar ausente.
—Está claro. No se los ha mandado decir, se los ha
dicho en el primer discurso. Ni va a designar radica-
les ni está de acuerdo en como actúan los hombres
del radicalismo sanjuanino... Más clarito, echale
penca. Jones se corta sólo y al único que responde es
al presidente Hipólito Irigoyen...
—¡Linda se las hizo el “Peludo”...
6
El día que asumió
JONES
9 de julio de 1920
