El Nuevo Diario - page 13

Viernes 11 de diciembre de 2015
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sica, todo lo que quieras, pero llorar te
van a llorar. Te tienen que llorar.
—Ésa es una de las pocas cosas que
no cambiarán nunca, ¿no?
—Así es. La gente muere dos veces: una,
con la desaparición física; otra, con el ol-
vido. En la primera, es normal que te llo-
ren, porque eso significa que te van a
extrañar. La segunda es la peor, la que
nadie quiere. Y en esa, ni siquiera te llo-
ran.
—¿Ha llegado a acostumbrarse a traba-
jar en el cuerpo de muertos…?
— A mí nunca me afectaron los muertos.
¿Por qué? Porque les tuve un gran res-
peto y jamás me involucré sentimental-
mente con ellos. Yo no pensaba en si tal
era padre y dejaba a una mujer sola con
cuatro chicos, o si aquella era una chica
joven, esas cosas. Me limitaba a hacer mi
trabajo, que era preparar el cuerpo para
que lo viera la familia. Y luego, la verdad
es que uno se acostumbra.
—¿Y qué pasó por su cabeza cuando
tuvo que preparar los cuerpos de sus
padres y de su hermano?
—Fue muy diferente, por supuesto.
¡Tengo sentimientos, como todo el mundo!
Mientras cerraba el ataúd de mi hermano,
no podía dejar de llorar. Lo mismo me
pasó con el cuerpo de mi mamá. Pero
igual quise hacerlo yo, para que no lo hi-
ciera nadie más. Imaginate la sensación al
cerrar la tapa del cajón de un familiar tan
cercano. Es un momento muy duro, pero
también se puede ver como un homenaje.
—¿Los funerales deben representar a
la persona que se murió de alguna ma-
nera?
— Ese es el tema. La gente cuando está
sana dice: “No, a mí tirame, yo quiero que
en mi velorio no lloren”. Una pavada china
¡cómo no van a llorar en un velorio! Es lo
mismo que digas: “No te rías en mi cum-
pleaños”. Te van a llorar, por más que
pongas música, por más que esté la mú-
sica que a vos te guste. Es más, van a llo-
rar más cuando sientan la música. Yo hice
un fallecimiento de un profesor de danzas
y antes de cerrar el ataúd, bailamos una
zamba. Para mí, un velatorio no marca
que una muerte ocurrió sino que una vida
fue vivida. Mi tema no es enterrar una per-
sona, mi tema es honrar una vida. Siem-
pre digo que si aceptamos la muerte,
vivimos más. Yo tengo todo mi funeral or-
ganizado. Pero el destino final lo organiza
mi señora.
—¿Cómo es eso?
—Mi mujer es de ir al cementerio ver al
padre, a la madre, a mi hermano. Enton-
ces, me va a ir a ver a mí, me va a poner
en un nicho. Ahora, pacto de honor:
cuando no vaya más porque consiguió
novio o se cansó, ahí me crema y me
lleva con mis padres que los tengo en mi
casa. Yo no quiero quedar abandonado en
el cementerio.
— ¿La gente suele llevarse cosas den-
tro del ataúd?
— Mucho. Esos son ajuares funerarios.
Una vez me pasó que la mujer de un hom-
bre que había fallecido, cuando estába-
mos preparando el cuerpo, viene con una
pelotita de golf para que la pusiéramos en
sus manos. Pregunto por qué y ella me
dijo que era la primera pelotita del primer
torneo de golf que ganó. Tiene un sentido
fuerte. Con mi hermano pasó. Él era tradi-
cionalista, se murió y lo velamos en la
agrupación tradicionalista, lo llevamos en
una carreta tirada por bueyes.
—¿Hay modas o tendencias en funera-
les?
— Ahora se usa lo temático, hay una lo-
cura. Me dicen “Ricardo, quiero todo de
Boca”. Pero si hay algo que la gente tiene
terror es de que la entierren viva. ¡Pero te-
rror! Antes estaba la catalepsia. Hoy, con
el avance de la medicina la detectan
antes. Pero también hay errores huma-
nos. Mucha gente me pregunta “¿nunca
se le despertó alguno?”. Porque la gente
piensa que se despierta un muerto y te
salta a la yugular. Pero no. Igual algunos
están pidiendo que los inhumen con el ce-
lular. Todavía no llamó nadie, tampoco sa-
bemos si abajo hay señal y tampoco tiene
dónde poner el cargador. Antiguamente,
cuando se inhumaba en tierra solamente,
se ponía un palito con una campanita y un
hilo hasta el muerto. Así que hay que fi-
jarse desde dónde viene el miedo. Des-
pués están estas historias que yo no
comparto: los ataúdes rasguñados, los
cuerpos dados vuelta. Yo lo digo por ex-
periencia. En el ataúd no tenés lugar ni
para rasguñarte vos; mucho menos darte
vuelta. Errores humanos puede haber,
pero en toda mi experiencia, ninguno re-
sucitó. En todo caso, hubo personas que
no estuvieron muertas.
—¿Es nuevo lo de incorporar comida
en los velorios?
— No, siempre hubo comida en los vela-
torios porque antes los vecinos no esta-
ban uno al lado del otro, estaban a
leguas. Entonces venía la gente y había
que darle de comer. Lo que pasó es que
las salas velatorias no tuvieron la capaci-
dad de prever un lugar para la comida.
Cuando tenía 17 años, se me ocurrió lle-
var sanguchitos de miga a un velatorio.
Me sacaron cagando. “Esto no es una
fiesta, no es un cumpleaños, ¿usted qué
se cree?”. Y yo dije: “Disculpe, quería ayu-
dar. Yo tengo que ir a hacer un trámite, se
los dejo y ahora vuelvo”. Y el mismo tipo
los agarraba y todos comían. No sabían
cómo explicarme. Con mi hermano empe-
zamos a incorporar cosas que son nece-
sarias en el velorio. Como un piloto junta
horas de vuelo, yo juntaba horas de velo-
rio. Otro rito funeral que se incorporó fue
el aplauso. Antes vos aplaudías en un ve-
lorio y te mataban. Hoy se aplaude. Siem-
pre pensamos si aplauden porque se va o
aplauden para homenajearlo .
— ¿Cómo vivió el traslado de los res-
tos de Perón hasta la quinta de San Vi-
cente?
— Siempre cuento una anécdota. Una
mujer de 89 años que llegó hasta el
ataúd, los chicos la dejaron pasar porque
era mayor. Se agarró de la manija y no se
soltaba. Le tuvimos que hacer cosquillas
para que lo largara. Todo así, por el fervor
a Perón. Fue un traslado histórico, no po-
lítico. Por cómo yo lo viví, de adentro.
Caían flores de los balcones. Algo que
viví, cuando terminé de dejarlo, es que la
gente me tocaba las manos diciéndome
“vos estuviste con Perón”. Porque dicen
que fui el último que vi a Perón. Y es así.
Soy el último hombre que vio a Perón. Se
sacaban fotos conmigo. Ahí me cayó la
ficha de que hice un traslado histórico.
Para mí fue el máster, siempre lo digo.
Fue el máster y me gustaría terminar mi
carrera llevando a Eva para allá. El lugar
está preparado para los dos.
—Por último, Ricardo… ¿alguna vez se
le juntaron dos viudas en un velorio?
—Eso es más común de lo que parece.
Una vez tuve que hacer dos funerales.
Con el mismo muerto pero distintas espo-
sas…
Para mí, un velatorio no
marca que una muerte
ocurrió sino que una vida
fue vivida. Mi tema no es
enterrar una persona, mi
tema es honrar una vida.
Siempre digo que si acep-
tamos la muerte, vivimos
más.
Con su vasta trayectoria, sostiene que la gente debería dejar de tenerle miedo a la muerte. “Lo mío consiste
en hacer que la gente acepte la muerte. Porque al aceptarla, se vive mejor”, expresa.
Péculo ya tiene preparado su ataud y lo exhibe a quien quiera verlo.
Sostiene que hay que preparar el servicio fúnebre como una boda.
El tanatólogo estuvo en el programa La Ventana,
adonde fue entrevistado por Juanca Bataller Plana.
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