Juan Carlos Bataller
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mingo Fidel Castro y Calvo y doña Benita Martinez Pastoriza.
Don Domingo Fidel era un ciudadano chileno de buena posición eco-
nómica que mantenía relaciones comerciales con San Juan.
Fruto de sus actividades, viajaba seguido a la provincia.
En la argentina, Castro y Calvo tenía familiares. Entre ellos, José Marti-
nez Cruz y Juliana Pastoriza, padres de Benita, una joven nacida el 26
de agosto de 1.819.
El chileno Castro y Calvo había ya cumplido 55 años, era un hombre de
fortuna y preocupado por los negocios poco tiempo había dedicado a
las cuestiones del afecto.
En la casa de sus parientes Martínez Pastoriza encontró todo el afecto
que un hombre necesita en el codo de la vida.
Y hasta sintió de nuevo que borbotones de sangre juvenil recorrían sus
venas cuando Benita, que ya tenía quince años, se le acercaba insi-
nuante.
Cuando Benita cumplió los 16, el chileno no aguantó más y habló con
su pariente Martínez.
-Tú sabe José que ya estoy viejo y comienzo a sentir achaques propios
de la edad...
-¡Vamos, hombre! Todavía eres joven.
-Los dos sabemos que no es así. Pero vamos al grano: quiero que me
concedas la mano de tu hija.
-¿De Benita?
-Sí, de Benita.
-¡Pero si es una niña! Acaba de cumplir los 16.
-Veamos las cosas con sentido práctico. Yo estoy sólo y he hecho una
gran fortuna. No tengo herederos y seguramente no viviré mucho.
Martínez lo escuchaba con atención.
-Benita es muy joven, es verdad, pero también es inteligente y buena.
Es lo que yo necesito a mi lado. Y creo, además, que es la solución para
la difícil situación económica por la que ustedes atraviesan. Al conver-
tirse en mi esposa, Benita será mi única heredera.
Fueron las palabras mágicas que abrieron el corazón de los Martínez
Pastoriza que autorizaron el casamiento de Benita. Transformada ya en