Juan Carlos Bataller
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Anécdotas de la política sanjuanina
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Ante ello los directivos del diario ordenaron a todos los corres-
ponsales que enviaran un telegrama colacionado a los goberna-
dores provinciales en el que se decía:
“ante la falta de garan-
tías existente y los hechos producidos que ponen en riesgo la
seguridad de personas y bienes, exigimos a usted la custodia
de nuestros locales haciéndolos responsables de cuanto pudie-
ra ocurrir. Colaciónese.”
Camus recibió el telegrama a las 18.
Quince minutos después se detenía frente a la casa del corres-
ponsal en el Barrio Fray Justo Santa María de Oro, el auto del
gobernador con don Eloy Camus y el vicegobernador
Francisco Aguilar.
—Recibí tu telegrama
–dijo el gobernador—
¡vamos! cargá
a tu mujer y tus hijos que se vienen a mi casa.
—Pero no, don Eloy. No hace falta. Acá está todo tranquilo. El
telegrama es un formulismo simplemente.
—Nada de formulismo. Las cosas están muy feas y no vaya
a ser que les pase algo.
Durante quince minutos el profesor insistió argumentando que
los muchachos de la UOM no se andaban con chiquitas y que
lo mejor era que nos instaláramos en su domicilio.
—Mirá que vos tenés la agencia en tu casa y si producen
un atentado será acá...
No hubo caso. El periodista insistió en que no era necesario y
Camus y Aguilar se fueron preocupados ordenando una custo-
dia en el lugar. Cuando ya habían subido al auto, el goberna-
dor abre la ventanilla y dice:
—Si cambias de idea, a la hora que sea, te venís a casa.
Y casi partiendo ya, agrega:
—Ah... enseguida te va a llegar el telegrama de respuesta.
Dicho y hecho. A los pocos minutos llegó un colacionado que
decía
:
“rechazo por improcedentes y ofensivos los términos de
su telegrama. En el país y en la provincia existen total seguri-
dad. Intimo a usted para que rectifique los términos de su
nota. Colaciónese”.
“quedan todos detenidos...”
L
legaba la Navidad de 1975 y al gobierno peronista se le
habían ido de la mano las variables económicas. Al extre-
mo que debió fijar precio máximo para todos los artículos en
momentos que los índices inflacionarios crecían peligrosamente.
San Juan no era la excepción. Y la medida era resistida por los
empresarios que, argumentaban, estaban trabajando a pérdida.
Aquella mañana el gobernador Eloy P. Camus había citado a
su despacho a los principales matarifes de la provincia.
—Señores, llega la Navidad y ustedes no pue-
den dejar sin carne a la población –dijo, con
gesto adusto y en un clima tenso.
Entre los matarifes estaban algunos de
los más cercanos amigos de don Eloy
como don Miguel Flores y Felipe Panetta.
—Señor gobernador, con los precios
máximos que se han fijado no consegui-
mos animales en las zonas abastecedo-
ras –
argumentaban los empresarios.
—¿Cómo que no consiguen? Nosotros
hemos fotografiado con el helicóptero
los lugares donde ustedes tienen las
reses.
Mostrale las fotos,
Guimaraes –
decía Camus dirigiéndose a su secreta-
rio de Producción que asentía pero sin
abrir la carpeta que en realidad no
contenía ninguna fotografía.
Los argumentos de los matarifes