Juan Carlos Bataller
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Anécdotas de la política sanjuanina
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San Juan, del Club Sirio-libanés. Un buen día se fue a
Córdoba y puso una mercería frente a un colegio religioso.
Una joven alumna compraba hilos de crochet en ese negocio:
era Tránsito Delia Cáceres, una señorita de sociedad (sobrina
homónima de la señora de Allende, fundadora del Sanatorio
del mismo nombre y sobrina del General Cáceres Monié, que
fuera asesinado por la guerrilla), y esa fue mi mamá; no había
cumplido los l5 años cuando se casó con mi papá, de 50. Se
casaron por civil, nada más, porque ella era católica. Tuvieron
cinco hijos en Córdoba y la menor, en San Juan. Cuando tenía
34 años,
mi mamá se enfermó de leucemia y se murió tiempo
después. Casi no me acuerdo de ella, era muy chica; la recuer-
do como en sueños.
Mi papá nos puso internas pupilas a las
tres mujeres, en colegios católicos. Primero en Buenos Aires,
después en Mendoza y, finalmente en el Tránsito de Nuestra
Señora, en San Juan. En total, estuve 11 años pupila.
Y agrega:
—Don Mohamed tenía en 25 de Mayo un negocio de ramos
generales, común en las zonas rurales, donde se vendían desde
perfumes, ropa y comestibles, hasta muebles. Se llamaba “El
baratillo San Juan”. Su amigo del alma fue Don Nallib Uzair
(mi futuro suegro) que tenía un negocio similar en Las
Chacritas, llamado “La flor del día”. Otro muy querido amigo
fue Fayad Madcur, abuelo de Monir.
Los recuerdos pertenecen a la mujer que más elecciones ganó
en San Juan: Fátima Farías de Uzair. Y la pregunta lógica era
la siguiente:
—Usted dijo que su papá se llamaba Mohamed Raindt Apez
Farjat. ¡Por qué usted es Farias?
—Mi padre llegò al puerto de Bs As hacia l892. Tenía l4
años y lo esperaban tres primos hermanos. Como la gente
de Inmigración no sabía escribir los apellidos árabes, lo
convencieron de ser Farías como sus parientes.
José
Luis
Gioja
las “apuestas” de gioja
D
urante la década del ’90 en el triunfante justicialismo se
puso de moda las “pollas” que se hacían entre funciona-
rios antes de cada elección.
Ganaba quien no sólo acertaba el ganador, el segundo y tercer
puesto sino también quien estaba más cerca del número de
votos que cada partido obtendría.
Como el justicialismo ganó todas las elecciones en aquellos
años la confección de la polla con las consiguientes apuestas y
los diez pesitos por cabeza que había que poner para intervenir
se transformó en una cábala. Como también formaba parte de
la cábala que José Luis Gioja dijera:
—Yo voy a tener la planilla y la plata.
Todos sabían que siempre ganaba Gioja. Se las ingeniaba para
arreglar los resultados. Y si alguien le discutía él argumentaba
que “acertaste el lugar pero no la cantidad de votos” y cosas
por estilo. En los últimos años ya ni siquiera se preocupaban
por discutirle: la “polla” había pasado a ser parte del folklore
electoral.