Juan Carlos Bataller
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Anécdotas de la política sanjuanina
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un arma en el avión
D
on Leopoldo Bravo viajaba a Buenos Aires con su espo-
sa. Suben al avión y una vez sentados el caudillo le dice
a Ivelise:
—Ivelise, abrí el diario y escondé disimuladamente mi
arma en tu cintura…
La doctora Falcioni de Bravo atinó a preguntar mientras mira-
ba una descomunal pistola 45:
—¿Está descargada, verdad Leopoldo?
Bravo simplemente miró a su esposa y esta colocó el arma en
su cintura.
—Fue un viaje horrible
–recordaba Ivelise-
con la enorme
pistola contra mi cuerpo.
Cuando iban a aterrizar, Bravo dice:
—Sacate el arma de la cintura y dámela para que la pase
yo por el control.
Ivelise intentó sacar el arma pero un poco por la posición en el
asiento y otro poco por los nervios, no pudo.
—Leopoldo, está atascada en la cintura. No la puedo sacar…
—Tené cuidado que está cargada
-, contestó el entonces
senador nacional mientras su esposa comenzaba a temblar.
—El arma no quería salir y yo pensaba: ahora se escapa
un tiro.
Opté por levantarme despacito e ir al baño, cami-
nando con las piernas separadas. En el baño recuperé el
arma, la envolví en un diario y volví al asiento mientras un
sudor frío me recorría el cuerpo. Leopolo, inmutable,
seguía en su asiento leyendo el diario-,
contó Ivelise.
(Contado por Ivelise Falcioni de Bravo)
Leopoldo
Bravo y su
esposa
Ivelise
Falcioni
tirate
al piso!
E
l senador Leopoldo Bravo llegaba al Aeropuerto de
Buenos Aires, acompañado por su esposa y el chofer del
auto que lo llevaba hasta el departamento de la calle
Rodríguez Peña le comenta:
-Hay un clima raro en el ambiente, doctor.
He visto autos
con gente armada…
De pronto el coche para en un semáforo y a la izquierda se
detiene un auto sospechoso.
Bravo advierte la maniobra y dice:
-¡Ivelise, tirate al piso!
Ivelise, que estaba muy nerviosa por el clima que se vivía en
esos días en el país, obedece a su esposo sin pensarlo dos
veces y en un acto reflejo, abre la puerta y se lanza a la calle.
Leopoldo aparece por la ventanilla y le grita:
-Pero no, no… ¡qué hacés? Te dije al piso del auto…
Ivelise explicaba:
-Mientras Leopoldo me tironeaba para subirme de nuevo
al auto allí estaba yo,
medio golpeada,
medio atontada,
mareada, con el corazón latiéndome fuera de control y sin
entender nada…
(Contado por Ivelise Falcioni de Bravo)