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JUAN CARLOS BATALLER - EDGARDO MENDOZA
LA PRIMERA DECADA - RECUERDOS
REVOLUCION EN LA MADRUGADA
ue una revolución anunciada. Todo el
mundo —oficialistas y opositores—
estaban al tanto de ella. Y se habían
preparado unos y otros. Tanto fue así
que San Juan se transformó durante
cuatro horas en un infierno
Pero vamos a los hechos. El contexto político lo
analizamos en otra página.
Ubiquémonos en la época: 1907, en una ciudad
pequeña donde toda la vida institucional se
desarrollaba en un área de poco más de una manzana.
El jefe de la revolución, el coronel Carlos Sarmiento,
había llegado desde Buenos Aires, donde residía y los
revolucionarios tenían ya todo preparado.
No eran hombres de armas. Había profesionales como
los doctores Ventura Lloveras, Domingto Cortinez,
Carlos Conforti, Mario Videla, Victorino Ortega —que
años más tarde sería gobernador— Javier Garramuño
yAugusto Echegaray. Había además gente de distintos
sectores que militaban enel Partido Popular, el Partido
Independiente, el Club de la Juventud y el Club
Libertad.
El coronel Sarmiento tenía buenos contactos en
Buenos Aires y logró que "un político muy importante"
enviara a un grupo de milicianos uruguayos —en
general jóvenes románticos dispuestos a luchar donde
se los convocara- al mando del capitán Juan Estomba.
Lo integraban Eloy Pinazzo —quien luego se quedaría
a vivir en San Juan donde formó una familia-, Alberto
Pereyra, José Crispino, M. Rodriguez Prado, Elbio
López, Wilson Arago y Aparicio Saravia.
Las armas habían llegado desde Buenos Aires y Chile.
Contaban con 180 fusiles y 30 mil tiros que se habían
traído por el ferrocarril, bajándolos en estaciones
intermedias para luego llevarlos a la ciudad en carros
cubiertos con verdura. Desde ahí se repartían a los
revolucionarios por los medios más inverosímiles,
como un ramo de flores.
Se habían preparado también rudimentarias bombas
en frascos de 200 mm. Se encendía la mecha y se
tiraba el frasco que, por no tener proyectiles más que
un efecto letal causaba ruido, incendios y tenían algún
poder destructivo.
Los revolucionarios se organizaron en cantones cuya
acción respondía a un plan estratégico.
La Junta Revolucionaria, integrada por Sarmiento,
Augusto Echegaray, Guillermo Yanzi Oro, Eleodoro
Sánchez, Juan R. Cambas, Saturnino de Oro, Ventura
Lloveras, Remigio Ferrer Oro, Victorino Ortega,
Nilamón Balaguer, Estanislao Albarracín y Carlos
Confortis dispuso que el movimiento se produciría en la
noche del 6 al 7 de febrero.
Se formaron los cantones.
A las 3 de la mañana debía estallar la revolución.
A esa hora en punto el comandante Cambas y Alberto
Cuello, que contaban con 30 hombres —quince cada
uno— comenzó a marchar por la avenida 9 de Julio y
dobló hacia el norte por General Acha.
Al llegar a la calle Córdoba divisaron a un policía.
-AIto. Quién vive! —se escuchó en la noche.
La respuesta fue una cerrada descarga que se sintió
en toda la ciudad. Hicieron prisionero al policía al que
le quitaron el Remington y cien tiros.
Nilamón Balaguer había llegado a las 12 de la noche
con dos hombres y sus cinco hijos. Esperaban contar
con cien efectivos y sólo estaban amigos de otros
cantones. Poco antes de las 3 fue descubierto el
cantón y debieron huir por los fondos a la cochería de
LuisArévalo. Allí escucharon las descargas de fusilería
y comenzaron a marchar hacia la cárcel.
Llovía a cántaros y las ropas empapadas dificultaban
los movimientos. Pero experimentaron una sensación
de alivio al encontrar en el camino la caballada del
escuadrón de seguridad de la policía sin jinetes y
huyendo.
Los integrantes del grupo se abrieron en abanico para
reencontrarse en el atrio de la Merced y dirigirse hacia
la calle para tomar la guardia de cárcel. Pero se
llevaron una gran sorpresa. El jefe de la cárcel había
acordado con los revolucionarios entregarse sin
ofrecer resistencia. En lugar de eso, los recibió una
cerrada descarga. Al jefe lo habían descubierto y
estaba encerrado en un calabozo de la Central de
Policía.
Quisieron volar la puerta de la cárcel con bombas
pero... ¡con la lluvia se habían mojado las mechas! Y
no pudieron encenderlas.
Para colmo desde los techos de la Merced les
disparaban. Y también desde la cárcel y desde una
vivienda ubicada frente a la cárcel.
A todo esto, Sarmiento y sus seguidores no habían
tenido problemas en tomar la Casa de Gobierno y ya
estaban instalados allí. Pero no era fácil la situación.
Los grupos de Cambas y Cuello se tiroteaban
furiosamente con los soldados de la policía y amigos
del gobernador quiénes ocupaban la Central con más
de 150 hombres.
Desde la parte alta de la escuela normal de Varones,
también disparaba la Policía. Y en la otra cuadra, Mitre
y Tucumán, el tiroteo era sin cuartel.
Cosa curiosa. Mientras la lucha se desarrollaba, un
regimiento del Ejercito, apostado en fa plaza, se
mantenía ajeno al combate.
Salió el sol y la situación era desesperante para los
revolucionarios. Una idea salvadora cambió el
panorama:
—Hay que incendiar la escuela.
La escuela normal de varones funcionaba en la
escuela Sarmiento contigua al antiguo cuartel de San
Clemente, ocupado por la Central de Policía. Era, junto
a la catedral y la Casa de Gobierno uno de los tres
mejores edificios la ciudad. Había sido construida por
Camilo Rojo 40 años antes y en el frente tenía
columnas con capiteles y rejas de hierro.
Las llamas pronto cubrieron las paredes. Fue entonces
cuando el gobernador Godoy dispuso el cese del fuego
y ordenó a su ministro Dario Quiroga y al doctor
Ventura Lloveras, que estaba detenido, que fueran a la
Casa de Gobierno para ofrecer su rendición al jefe de
la revolución.
Quiroga y Lloveras llegaron a la Casa de Gobierno con
una bandera blanca. Allí se pactó la rendición y
entregaron los cuarteles con sus armamentos.
inmediatamente se ordenó la libertad a todos los
detenidos y se les dio seguridad a los gobernantes.
Victorino Ortega y Saturnino de Oro, miembros de la
junta acompañaron al gobernador hasta su domicilio en
una victoria, los famosos coches de plaza.
Al llegar Godoy a su domicilio —cuenta Horacio
Videla—, había gente dispuesta a silbario. Ortega se
adelantó y dijo: "Viva el señor Manuel José Godoy" por
lo que la rechifla se transformó en respetuoso silencio
mientras Ortega, sombrero en mano, se despedía del
mandatario depuesto.
Se había combatido durante varias horas. Se habían
disparado miles de tiros. Se habían tirado bombas e
incendiado un edificio símbolo, todo en un radio de una
manzana. Sólo hubo 16 muertos, gracias a la mala
puntería de policías y revolucionarios y no quedaban
detenidos.
Al día siguiente la Junta Revolucionaria decidió la
entrega del mando a la Nación, que dispuso intervenir
San Juan y convocar a elecciones.
F
Los revolucionarios
Esta foto fue tomada en
horas de la mañana cuando
la revolución había
terminado. Aparece un
grupo de revoluconarios.
(Foto proporcionada por
Elsa Caballero Vidal y Vileta
Caballero Vidal de Flores)
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