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Les cuento que estuve en Zurich a fines de los 70, como enviado de Cla-
rín por una nota periodística. Y la ciudad me impactó. Me maravilló
como habían podido combinar el casco antiguo con la ciudad moderna;
los maravillosos servicios públicos con las tiendas de lujos y los moder-
nos edificios de los grandes bancos y las empresas de alta tecnología.
Pero lo que más me maravilló no fueron los edificios sino la responsa-
bilidad ciudadana de la gente.
A nadie se le ocurriría tirar el mínimo papel o una colilla de cigarrillo
en el piso o cruzar la calle en sitios no permitidos o circular a velocida-
des mayores a las permitidas o estacionar en un lugar prohibido. Nadie
pero absolutamente nadie, pensaría que un estúpido jovencito podría
escribir un graffiti en las pulcras paredes de la ciudad o en el mobiliario
urbano.
Si un “motochorro” decidiera actuar en Zurich, no pasaría una hora
antes de ser filmado por cientos de cámaras, ubicado y detenido.
Por más que se lo busque nadie encontrará un bache en el pavimento,
un cordón de vereda deteriorado o las veredas convertidas en muestra-
rio de baldosas y colores distintos.
Usted dirá y con razón que Zurich es la vidriera de Suiza, un país que
vive de guardar en las bóvedas de sus bancos gran parte del dinero mal
habido del mundo.
Lo admirable no es su sistema financiero ni sus bancos ni sus negocios
sucios. Ni siquiera lo son sus fábricas internacionalmente conocidas
como Nestlé.
Lo realmente importante es cómo un pequeño país de 6 millones de ha-
bitantes que hablan tres idiomas distintos, que no tiene ejército, que
practica un sistema de democracia directa, con presidentes que nadie
conoce, ha podido alcanzar una calidad de vida envidiable en muchos
aspectos.
Y bien señores.
Una ciudad la conforman muchas cosas.
Digámoslo en términos concretos:
San Juan ha dado un gran salto como
ciudad y como provincia en los últimos años.
A pesar de ser una ciudad relativamente pequeña posee un auditorio
importante, un estadio moderno, el autódromo, el Centro Cívico, ave-
nidas parquizadas, un moderno hospital, un museo de Bellas Artes de
alto nivel, sala de convenciones, una aceptable hotelería.
Juan Carlos Bataller