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ciones en ese paraiso. Llegamos dentro de tres semanas.
Es en ese momento cuando uno toma contacto con la realidad.
Porque esos amigos o familiares pueden residir en Roma, en Madrid,
en California, en Montevideo, en Buenos Aires o en Valencia.
A partir de ese momento ya no valen las palabras: hay que demostrar
que tenemos el mejor vino, los cerros más coloridos, el Valle de la Luna,
las mejores paellas, los mejores asados, que la ciudad es nueva y her-
mosa y que constituimos un pueblo que sabe agasajar a sus visitantes.
Hecha esta introducción les cuento que nunca un visitante se fue ha-
blando mal de San Juan.
¿Saben por qué?
Muy sencillo: traté de mostrarles y ofrecerles lo que realmente nos dis-
tingue, que muchas veces no es comparativamente lo mejor.
Lo mejor nuestro -pongamos un hotel de primer nivel- es siempre pe-
queño comparado con los grandes hoteles internacionales. El mejor
restaurante, difícilmente salga airoso en una comparación con restau-
rantes de medio pelo de una gran capital. Y la mejor ruta que nosotros
podamos tener, no puede compararse a las autopistas que cubren toda
la geografía de Italia, España o Francia.
Por eso, visitar una bodega no los asombrará pero sí aprender cómo se
estaciona el champaña en la inmensa cava del túnel de Zonda. No existe
algo así en otro lugar.
Les cuento que me he transformado casi en un experto en mostrar San
Juan a turistas que vienen por primera vez y que provienen de grandes
ciudades.
Lo primero que aprendí es a no atosigarlos con comentarios negativos
sobre nuestra situación económica. Ellos están de vacaciones. No vienen
a hacer comparaciones sino a descubrir la Argentina, tal como es: con
sus contradicciones, sus diferencias sociales, sus riquezas y sus miserias
expuestas.
Lo segundo: no gaste tiempo ni dinero tratando de llevarlos a los mejo-
res lugares porque, insisto, comparativamente perdemos y poco ofrecen
de novedoso. Llévelos a lo que es distinto, lo que no encontrarán en otro
lugar y por ello los asombrará.
No se olvide:
el turista es un coleccionista de recuerdos.
Juan Carlos Bataller
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