El Nuevo Diario - page 11

Viernes 24 de junio de 2016
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A veces el autoritario
tiene uniforme y
otras tiene pollera.
Creo que los pueblos
no tienen los
gobiernos que se
merecen, sino los
que se parecen
No hay que tenerle
miedo a la palabra
política. Eso es lo
que quieren los que
después viven de la
política
—Cuando sale, muchas veces la
mujer adopta una actitud machista.
¿Por qué está tan mal vendido el rol
femenino, el tener sentimientos o
poder emocionarse?
—Si una mujer quiere tener un espacio
tiene que rendir, sacar la norma ISO
20.000 de hombre y dejar aquello que
podría hacer del mundo uno más vivible.
Igual que al varón que entra a lo domés-
tico le esperan muchas críticas: Que no
sabe vestir a los hijos, que no les sabe
dar de comer, que juega de manera
bruta, porque los hombres tenemos las
reglas del mundo externo y las mujeres
del interno. Creo que en ambos lados
hay que admitir la diversidad.
—¿Usted dice que un modelo de fami-
lia, que funcionó durante más de cua-
tro mil años, está en crisis y hace falta
plantearse uno nuevo?
—Los modelos únicos siempre entran en
crisis, esto pasa en todos lados, también
en economía. ¿Por qué hay tanto males-
tar entre hombres y mujeres, padres e
hijos? Si esto fuera lo natural, funciona-
ría. A lo que llamamos familia es un mo-
delo en transición y esto va a terminar
con una diversidad, donde lo común
tiene que ser que la familia sea un espa-
cio de amor, de respeto, donde cada uno
pueda desarrollar lo mejor de sí mismo.
—Aparte de esto hay una búsqueda
desesperada de la felicidad. Esto hace
que muchos no asuman el rol de pa-
dres con todo lo que implica, como
poner límites.
—Creo que cuando te ponés la felicidad
como meta te abonaste a la infelicidad,
es como una zanahoria tras la que se
corre todo el tiempo. ¿Qué es la felici-
dad? es algo que va quedando atrás, de-
jando huella. Es cómo construís tus
vínculos, con qué valores trabajás, te re-
lacionás, sos ciudadano. Eso va dando
momentos de felicidad. Hay momentos
por los que uno diría: por ese minuto mi
vida valió la pena, con todos los sinsabo-
res incluidos. Generalmente es algo que
tuvo que ver con vínculos y sentimientos.
—Pero hay un mundo capitalista que
vende la idea de que la felicidad pasa
por lo material.
—El mundo necesita que seas infeliz
para seguir vendiéndote felicidad, que es
felicidad como nacen hoy todos los arte-
factos, computadoras, celulares, autos,
heladeras, con obsolescencia progra-
mada.
—Pero entonces la felicidad es algo in-
dividual.
—Es individual porque cada uno es único,
pero esa felicidad solo la podés conseguir
en un mundo con otros, lo cual pone lími-
tes, tenemos que aprender a convivir.
Esto consiste en crear un mundo donde
todos podamos ser distintos, que cada
uno pueda ser la mejor versión de sí
mismo y ayudarnos desde los distintos
que somos.
—En Argentina hay miedo a hablar de
límites y deberes, sobre todo después
de la última dictadura. ¿Podemos fun-
cionar sin eso?
—No, ni en Argentina ni nadie. Es más,
diría que los deberes están antes que los
derechos, aunque no se pueden separar.
Soy un hígado en un organismo y si me
sacan del cuerpo soy un bife. Soy hígado
cuando me reintegro al organismo y cum-
plo mi función. Uno tiene que convertirse
en órgano de la sociedad. Esto me llena
de obligaciones y, cuando las cumplo,
puedo empezar a reclamar mis derechos.
Nosotros decimos que queremos vivir en
una sociedad donde todos sean derechos
y es imposible. Como ninguno quiere
cumplir las obligaciones generamos un
líder absoluto que va a cumplir nuestras
obligaciones por nosotros.
—Y en eso la historia de nuestro país
se repite.
—Se repite y siempre hay un líder oportu-
nista dispuesto a prometernos que no
vamos a tener obligaciones porque se va
hacer cargo. A veces el autoritario tiene
uniforme y otras tiene pollera. Creo que
los pueblos no tienen los gobiernos que
se merecen, sino los que se parecen.
Cuando varias veces te pasa lo mismo, te
tenés que empezar a mirar: ¿qué me
pasa que estoy generando este tipo de
gobierno?
—En esto no solo son responsables
los políticos sino toda la sociedad.
—Sí. Y además política es todo, en un
consorcio, club y familia. En tu familia
cuando tomas decisiones que involucran
a tus hijos, es política familiar. No hay que
tenerle miedo a la palabra política. Eso es
lo que quieren los que después viven de
la política.
—¿Cómo se articula ese cambio, si no
existe la autocrítica y le echamos la
culpa al otro?
—Si el domingo Argentina pierde la final
“mi infelicidad va a ser culpa de esos
pecho frío, que me ilusionaron”. Creo que
esto se cambia desde donde uno está, si
yo actúo con otro tipo de valores algo va a
pasar.
—Hablás y escribís sobre temas como
la familia, pero también de política.
¿Cómo surge esa necesidad de contar
y expresar?
—Soy santiagueño. En las siestas soñaba
con dos cosas: Escribir, era un lector em-
pedernido, mi papá también, o jugar al fút-
bol en River. Lo segundo no se dio,
escribir sí. Desde que me acuerdo quiero
escribir y cuando lo hago tengo sensación
de sentido.
—Pero tantos años escribiendo cosas
que para vos ya deben parecer básicas
y que la gente siga con el auto en con-
tramano. ¿No genera frustración?
—A veces genera una especie de desaso-
siego, pero estás jugado. Si no hiciera
esto igual seguirían pasando las cosas
que pasan, solo que yo no tendría otra
manera de participar. Si escribo un libro o
doy una charla y una sola persona dijo
“che, hoy me llevé una idea que voy a
poner en práctica”, valió la pena.
—Lo mismo pasa con la política. Hacía
falta que pasara lo de López para que
la gente se diera cuenta de lo que pa-
saba.
—Luther King decía que a él no le preocu-
paba tanto el ruido de los malos sino el si-
lencio de los buenos. No hay que
prestarle tanta atención a los que ahora
resulta que eran vírgenes y fueron viola-
dos. Ellos formaban parte de la orgia y
ahora dicen que los violaron. ¿Qué dicen
que fue López, que están desilusionados?
Si estuvo a la vista todo el tiempo. Hay
discusiones que no merecen ser. Discutir
si era un modelo político, cuando está cla-
rísimo que era un plan delincuencial lle-
vado adelante hasta la torpeza, porque en
la creencia de que esto iba a durar para
siempre no se cuidaron de lo que se cui-
dan los rateros comunes, de no dejar hue-
llas. Discutir no importa. Lo que importa
es decirles a los que estaban viendo, que
eran muchos y silenciosos, que ahora es
la oportunidad para hablar, cambiar, pro-
poner algo diferente y llevarlo a la prác-
tica. Si no queremos más una sociedad
así, empecemos a construir una sociedad
diferente.
Al igual que la
madre, el padre
aprende a enten-
der a sus hijos, es-
tando cerca de
ellos, levantándose
en la noche a cam-
biarlos y dándoles
de comer.
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