l
Cuyo era un cuartel
San Martín concentró a la mayoría
de sus fuerzas en el campamento
de El Plumerillo, a 7 kilómetros de
la ciudad de Mendoza. También
montó cuarteles en San Juan,
donde los conventos de San Agus-
tín y de Santo Domingo sirvieron
para alojamiento de las tropas
hasta su partida.
l
Alas para cañones
San Martín quería que los cañones pudieran cruzar ríos
y barrancos.
“¿Quiere alas para los cañones?, pues las
tendrá”
dijo Fray Luis Beltrán y fabricó unos puentes
colgantes e inventó unos aparejos portátiles. El fraile,
un ingenioso autodidacta, era el encargado de maes-
tranza. Resolvió con inventiva los problemas que plan-
teaba la falta de equipos. Con las campanas de los
templos fundió cañones y balas, fabricó cureñas, mo-
chilas, monturas, herraduras, bayonetas y sables.
Entre los numerosos herreros, hojalateros, armeros y
talabarteros que trabajaron en los talleres de Fray Luis
Beltrán hubo muchos sanjuaninos.
Todo era necesario
l
Preparativos
y aportes
En los planes de San Martín la re-
gión de Cuyo no sólo era importante
por sus pasos cordilleranos; el aporte
de estos pueblos era necesario para
armar un ejército y prepararlo para el
cruce.
San Juan, desde julio de 1815,
aportó el alistamiento de todos los
ciudadanos varones de entre 15 y
45 años.
San Martín organizó el Ejército de
Los Andes en el campamento de El
Plumerillo, en Mendoza. Allí se fabri-
caron cañones, sables, bayonetas y
municiones. Para esto fue muy im-
portante el aporte de todo Cuyo en la
donación de objetos de metal, así
como en el trabajo de herreros, hoja-
lateros, armeros y talabarteros, mu-
chos de los cuales viajaron desde
San Juan para trabajar en el campa-
mento principal.
L
os pueblos cuyanos, entre ellos
San Juan, aportaron oficiales y
soldados, milicianos y arrieros,
pólvora y víveres.
A pedido de San Martín, en San Juan
el Teniente Gobernador de la Roza
im-
plementó impuestos a los vinos y aguar-
dientes que se vendían fuera de la
provincia con el fin de recaudar fondos.
Las mujeres sanjuaninas tejieron
paños, donaron joyas y objetos de
plata labrada, mientras todos los que
podían entregaban dinero, caravanas,
aguardiente y vino, pasas de uva, ha-
rina, trigo, maíz, jabón, aceitunas,
mulas de silla y carga, caballos, cueros
de vacuno, monturas, ponchos, barriles,
toda la existencia de estaño e incluso
esclavos negros. El vecindario entregó
todo lo que poseía y fue sometido a una
contribución extraordinaria, mientras el
Convento de Santo Domingo fue cedido
para cuartel de las tropas.
l
Cuentas en rojo
Financiar una empresa militar como la de
San Martín demandaba mucho dinero.
Buenos Aires aportaba poco.
San Martín recurrió al pueblo cuyano: soli-
citó contribuciones voluntarias, vendió tie-
rras públicas, estableció impuestos,
confiscó herencias, usó los diezmos ecle-
siásticos, gravó los vinos y alcoholes, or-
ganizó donaciones en especies o dinero y
contribuciones forzosas. Las economías
de San Juan y Mendoza quedaron ago-
tadas.
El año 1816 fue el de mayor esfuerzo
económico para San Juan por la cola-
boración exigida por el Teniente Gober-
nador José Ignacio de la Roza.
91