1 gobernadores siglo XIX 2015 - page 98

Juan Carlos Bataller
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Finalmente Sarmiento obtuvo su libertad. Cuentan que fue doña Telés-
fora -a la que había ofendido Sarmiento- la que intercedió por él.
-Benavides, tengo que pedirte un favor-
dijo a su esposo, llamándolo
por el apellido.
-A una buena moza no se le niega nada. Pero depende de lo que sea...
-El favor se hace sin condiciones o no es favor.
-Bueno, concedido.
-Pues debo decirte que Sarmiento se halla en esta casa y quiero que
lo hagas salir y llegar a salvo a Chile.
-¿En mi propia casa?
-Si Benavides, está acá.
El 18 de noviembre Sarmiento partió de San Juan, acompañado por Cle-
mente, su padre, en mulas proporcionadas y aperadas por el propio Be-
navides, rumbo a Chile.
Al pasar por los baños de Zonda escribió su célebre frase
“ont no tue
point les idées”
,
repitiendo la sentencia de Fortoul.
Poco antes de morir, el 22 de junio de 1888, Sarmiento le escribió una
carta a su amigo don Ignacio S. Flores y en ella hace justicia a su viejo
enemigo:
“En la casa de Benavides, su señora viuda pondrá el retrato más
grande que tenga del general Benavides, a quien debe San Juan, por
su moderación, que no se derramase sangre en su gobierno”.
Ya desde su exilio en Chile, el gran maestro había escrito:
“Benavides
es un hombre frio; a eso debe San Juan haber sido menos ajado que
los otros pueblos. Tiene un excelente corazón, es tolerante, la envidia
hace poca mella en su espíritu, es paciente y tenaz”.
Salvador María del Carril, antiguo cabecilla unitario, no esperó la
muerte del jefe federal para escribirle en 1852 una carta muy elogiosa
en la que concluía diciendo,
“usted en aquella época infausta, estancó
la sangre que había corrido a torrentes y dio asilo generoso a los opri-
midos sin amparo”.
El Negro panadero
Doña Telésfora miró al teniente 2º Rafael González y no le gustó aquel
hombre. Le decían el
“negro panadero”
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