1 gobernadores siglo XIX 2015 - page 92

Juan Carlos Bataller
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-Tengo que escribirle al presidente Urquiza.
La carta le explicaba al presidente de la Confederación sus temores ante
el peligro inminente de que su esposo fuera asesinado.
Sola en su habitación, Telésfora lloraba en silencio y recordaba el día en
el que lo conoció a Benavides.
Corría 1833. El tenía 31 años y ella sólo 18.
Habían pasado 25 años pero ella recordaba aquel día como si fuera hoy.
Allí estaba aquel joven oficial, muy alto -medía más de un metro no-
venta-, delgado, de anchas espaldas y pequeña cintura, musculoso, con
piernas quizás demasiado largas para su cuerpo rematado en una ca-
beza pequeña. Como no enamorarse de aquel apuesto militar de tez pá-
lida, cabello lacio y negro, cejas tupidas, ojos verdosos y nariz aguileña,
con patillas que reaparecían en el mentón y un bigote “a lo criollo”.
En la primera cita, Nazario le contó su historia.
No había nacido en cuna de oro. Su padre, Pedro, fue un criollo de as-
cendencia chilena. Su madre, Juana Paulina Balmaceda, también prove-
nía de un hogar criollo.
Junto con sus cuatro hermanos, Nazario se crió en el hogar paterno, en
un fundo semi rural ubicado en el Pueblo Viejo, que ocupaba desde lo
que hoy es la calle Juan Jufré, por el norte, hasta Chile, por el sur. Por el
este llegaba hasta lo que hoy es la Plaza de Concepción.
Allí tenían los Benavides una pequeña viña, un alfalfar y un huerto,
como todas las casas de aquellos años. La casa era de adobe, con techo
de caña sostenido sobre rollizos de álamo.
Benavides no era un intelectual ni un hijo de familias ricas, como Del
Carril o De la Roza. Aprendió a leer y escribir pero no pudo radicarse
en otras ciudades para volver con un título de abogado o médico. Sus
ocupaciones de joven fueron mondar acequias, preparar la tierra para
los cultivos, podar, cuidar los animales.
Cuando cumplió los 17 ya se había enganchado como carrero de cargas
y más tarde como arriero, con lo que conoció otras provincias y viajó
mucho.
Así fue moldeando su personalidad Nazario. Joven de buen carácter,
afable, sin vicios, modesto, con gran capacidad de adaptación a las cir-
cunstancias, tolerante.
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