Juan Carlos Bataller
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rramó. La presencia paternalista y respetuosa de Benavides en San Juan
evitó que ese clima se trasladara a la provincia. Fue el menos rosista de
los federales y uno de los más respetados militares del interior. Sin pre-
conceptos ni intelectualismos, hombre práctico al fin, supo ganarse a
casi todos los sanjuaninos, gobernando sin desbordes.
Volvió el 18 de marzo de 1857 para gobernar poco más de un mes, hasta
el 29 de abril de 1857, en un despropósito sólo explicable desde el punto
de vista humano, sin advertir que ya el ambiente esperaba un cambio
que abriese paso a nuevas ideas.
El país y la provincia ya tenían Constitución.
El dilema era humano:
¿qué lugar puede darle una sociedad a un hom-
bre aun joven que la ha gobernado durante más de 18 años?
¿Podía ese hombre ser indiferente o imparcial con los que lo habían re-
emplazado?
Hasta 1857, según Caillet Bois, la escena política sanjuanina se dividía
en cuatro sectores:
“el partido de los federales amigos del general Be-
navides, el partido de los unitarios amigos del general Benavides, el
partido de los federales disidentes del general Benavides y el partido
de los unitarios adversarios del general Benavides”
En 1858, con el gobierno constitucional de Manuel José Gómez Rufino,
pronto sólo quedaron dos facciones: el oficialismo y la oposición.
El escenario había cambiado. Ya no se hablaba de unitarios y federales.
El Club del Pueblo, desgajado del Club Libertad, nacía de la fusión de
liberales y federales inaugurando una etapa que se prolongaría durante
veinte años, olvidando enconadas trincheras partidistas.
Y los cambios, sumados a la escisión interna, debilitaban al gobernador
Gómez, dejándolo sólo con unos pocos amigos y parientes.
A todo esto, la convivencia con Benavides, no era fácil. En febrero de
1855 – por decreto nacional firmado por Del Carril – se le otorgó el
grado de Comandante en Jefe de la División Militar del Oeste de la Con-
federación Argentina, con el grado de Brigadier General de los ejércitos
de la Confederación. De este modo quedó como jefe de los ejércitos
acantonados en San Juan, La Rioja, Mendoza y Catamarca.
Benavides conservaba su prestigio y poder político y militar, y era re-