Juan Carlos Bataller
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hijos de madre soltera, aunque siempre se sindicó a Federico Cantoni
como su padre.
Doña Enoe Bravo, su madre, que era maestra, hija de un agricultor de
Santa Lucía de muy buen pasar, asumió por sí el mantenimiento de sus
tres hijos, a los que hizo estudiar carreras universitarias. Nunca se le co-
noció otro hombre.
Siendo ya grande —me contó don Leopoldo en una entrevista que le hi-
ciera en 1.996— le preguntó una vez a doña Enoe quién era su padre.
Y ella le respondió:
—Su madre y su padre, soy yo.
En esa entrevista fue la primera vez que Bravo, ya en el ocaso de su ca-
rrera política, habló de su madre. La nota –como era para la televisión-
quedó grabada y tiene hoy valor histórico.
—Mi madre siempre fue una mujer valiente y progresista, que se
animó a enfrentar las habladurías de una sociedad tradicionalista que
animaba sus tertulias con el chisme y el escándalo. En casa nunca fue
un tema de preocupación ni tan siquiera de conversación la filiación.
Tampoco sentimos la carencia de un padre. Ella llenaba todo. Tenía
su carácter. Pero era abierta y moderna como para inculcarnos la fe ca-
tólica e instarnos a leer y escuchar sobre todas las ideas. Y sobre todo,
quiso que estudiáramos.
Y doña Enoe lo logró. Leopoldo –que hizo la escuela secundaria en el
Colegio Nacional – se recibió de abogado en la Universidad de La
Plata,y hasta llegó a tener su estudio en Buenos Aires, en las inmedia-
ciones de Florida y Paraguay, conjuntamente con José Amadeo Conte
Grand. Federico, su otro hijo varón, fue médico y Rosa, la única mujer,
bioquímica.
Cuando don Fico murió, el 22 de julio de 1.956, doña Enoe no se pre-
sentó en el velorio. Ivelise Falcioni, la esposa de Leopoldo, contó que
“al sepelio asistieron amigos y enemigos y políticos venidos desde
diferentes puntos del país pero doña Enoe prefirió despedirlo sola,
en su casa. Tenía una vieja foto en sepia del caudillo. La iluminó te-
nuemente con dos velitas y pasó la noche caminando por la casa o por
el jardín, a pesar del frío, vestida de negro y rezando”.
Los hermanos de Leopoldo, Rosa y Federico, iniciaron un juicio de fi-
liación tras la muerte de Cantoni, patrocinados por el doctor Alberto