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pueblos del desierto sometidos a los fenómenos naturales y adeptos a
ese “espíritu mágico” al que hacíamos mención:
lo que tiene que pasar,
pasará.
Que si usted lo traduce podría decir:
“¿Qué te vas a calentar?, si todo
seguirá igual”.
Paralelamente se gestaban fenómenos muy particulares.
Durante décadas su vida política tuvo a partidos locales como máximos
referentes, generó caudillos políticos de fuerte presencia regional, tuvo
sus propios bancos de capitales provinciales y hasta una economía con
empresas en su mayoría de alcance limitado.
Como ocurre en todo oasis alejado de los grandes centros, la interme-
diación, el transporte y los representantes de las industrias que venían
a vender sus productos al comercio local fueron gestando un sistema
muy particular que aun se mantiene en ciertas áreas. Mendoza, como
provincia de paso hacia las dos grandes capitales del sur –Buenos Aires
y Santiago de Chile- se transformó en una especie de
metrópoli o vi-
rreinato
, desde donde venían los proveedores de buena parte del co-
mercio y los servicios, el ramal del ferrocarril y hasta los distribuidores
nacionales de los productos locales.
San Juan, también como ocurre en las poblaciones aisladas, conservaba
férreamente su cultura, su forma de educar, sus costumbres, sus medios
de información.
Según el censo de 1909 ya residían en San Juan 7.949 extranjeros, de los
cuales 3.972 eran españoles y 1.145 italianos. Pero también residían 291
árabes, 260 franceses, 51 alemanes, 31 rusos, 22 austriacos y muchos
sudamericanos.
En agosto de 1910 se inauguraría la línea férrea que unió San Juan con
Serrezuela, Córdoba, y gran parte del país y se comenzó con la cons-
trucción de los ramales industriales (a Marquesado, Santa Lucía, Cau-
cete, Albardón) que darían a la provincia una formidable red ferroviaria.
Pero a pesar de su desarrollo vitivinícola, el aporte de los extranjeros, el
salto impresionante que significaron los ramales ferroviarios, San Juan
seguía siendo, en muchos aspectos,
una provincia aislada.
Los pueblos aislados
nunca fueron pueblos progresistas.
Todas las ci-
vilizaciones que dejaron huella y se extendieron como imperios desarro-
Juan Carlos Bataller