la_cena_de_los_jueves2 - page 130

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JONES
—Mire que las gomas no están muy bue-
nas.... Si vamos a ir lejos...
Bianchi:
No te hagas problemas. Vamos
en este, nomás.
Subieron todos en el auto.
En el asiento de atrás se ubicaron, a la dere-
cha el doctor Jones, en el medio Meglioli y a
la izquierda Colombo. El coche tenía dos
asientos laterales chicos pero Bianchi prefirió
sentarse junto al chofer para no molestar a
los otros pasajeros.
Carta:
Yo me voy a quedar, señor
Bianchi. El chofer los llevará donde ustedes
quieran
Eran las 11,20 cuando el vehículo partió de la
casa de Jones.
B
ianchi sacó una pistola y comenzó
cargarla. Era una Brown. Sólo pudo
colocarle una bala. Una vez hecho
esto intentó colocar el arma bajo el asiento
pero allí le molestaba. Quiso meterla en el
cajoncito que había entre los dos asientos
pero no entraba. Finalmente la dejó en el piso
del auto. A un costado ubicó el Winchester.
Viajaban por la calle Mendoza, hacia el sur,
la ruta que acababa de construir el gobierno.
Cuando pasaron Villa Krause se pinchó una
goma del auto.
Leonardo bajó a arreglarla.
El gobernador permaneció en su asiento
mientras Colombo, Bianchi y Meglioli baja-
ron del coche y se entretuvieron tirando al
blanco.
—Bájese doctor... ¿No quiere probar pun-
tería?
Jones no contestó. Miraba a un punto muy
lejano a través de la ventanilla. Un punto que
sólo él veía. Al menos eso pensó Colombo.
Habrían tirado cinco o seis tiros, cuando se
escuchó la voz del chofer.
—Señores, podemos seguir viaje.
J
osé Miguel Bustos, tenía 59 años, era
industrial y se domiciliaba en La
Rinconada.
Bustos hacía pocos meses que se había radi-
cado en Pocito, procedente de Mendoza
donde vivió mucho tiempo.
Aquel domingo preparó el sulky y rumbeó
para Villa Aberastain con el fin de hablar con
don Manuel Bustos, comisionado municipal
de Pocito que quería encargarle algunas repa-
raciones en el edificio que ocuparía la oficina
de Correos y Telégrafos.
A llegar a La Rinconada vio parado frente a
la puerta de casa a don Manuel, acompañado
por Arturo Juan Sanctis.
—¿Cómo le va don Manuel?
—¿Qué dice, don Bustos? Acá estamos,
esperando que pase el gobernador que va a
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Ilustración: Miguel Camporro
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