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JONES
Domingo 20 – 11,00 horas
N
o terminaba de mirar su reloj Carta
cuando los vio aparecer por la puer-
ta de la casa.
Venían el gobernador Amable Jones,
Colombo, Bianchi y el bodeguero Meglioli.
Jones:
Meglioli, ¿en qué auto quiere
que vamos? Tenemos para elegir hoy.
Meglioli:
Yo he venido en el mío, doc-
tor. Si desea, con mucho gusto.
Bianchi:
No, mejor vamos en aquel —
señalando el de Carta— porque tengo interés
en comprarlo y lo desearía probar.
Intervino entonces Leonardo:
Domingo 20 - 10.45
E
ran las 10.45 de la mañana cuando
vieron llegar a don Juan Meglioli en
su automóvil. Estacionó, bajó del
auto, se acercó al Sttodart Dayton, saludó a
Carta y entró a la casa de Jones.
—Este sí que tiene plata, ¿no don Carta?
—
comentó Leonardo Heard.
—Imagináte... Es presidente del Banco, bode-
guero, tiene varias fincas. El hombre está
hecho...
—Qué fácil se hace la vida con plata. Daría
cualquier cosa por ser Meglioli...
Los huevos de la Pura
E
n la Rinconada, un
grupo de hombres
mataba el tiempo entre
charla y cigarrillos.
Ya habían dado cuenta de algunos
pollos que preparó la sirvienta de la
casa, Carmen Navarro, y el mate
circulaba de mano en mano.
—Hay gente que no va a aprender
nunca...
El que hablaba era Benito Urcullu.
—¿A qué te referís?—
, preguntó
Emilio Sancassani.
—Ayer estuve con la Pura, la mujer del
Zoilo, que trabajan en la finca de la
calle 13.
—Sí, los conozco.
—Me contaba la Pura que la semana
pasada llegó a la propiedad un médico
sanitarista, de esos que trabajan para
Jones...
—¿Y? ¿Qué quería?
—Andan por las fincas, dando una
serie de consejos a la gente. Me conta-
ba la Pura que le dijo:
"Señora, es
importante que hierva las verduras
antes de comerlas, lo mismo que el
agua que va a beber. Debe evitar que
las moscas entren en su casa pues
transmiten enfermedades. Para eso
debe barrer todos los días y colocar
una cortina en la puerta...".
En fin, los
consejos que dan los sanitaristas.
—¿Y qué hizo la Pura?
—No le cayó muy bien que le vinieran
a dar consejos. Y me decía:
"Fíjese la
diferencia con el doctor Cantoni. El
vino a vernos y vio algunos huevos
sobre la mesa y ahí nomás me dijo:
—¿Y esos huevos que tenés ahí?
—Los pensaba preparar para el
almuerzo...
—¿Porqué no me hacés un par de hue-
vos fritos. Tengo hambre.
Le preparé tres huevos, tomó el pan y
dejó el plato límpio.
—¿Te das cuenta, Urcullu. don
Federico también es médico pero no
anda dando consejos que nadie escu-
cha...
—Es lo que me decía la Pura:
"Cómo
son de prepotentes estos doctores de
Jones... El que vino me dijo que no
podía ser que hubiera tantas moscas,
que no barriera o que tuviera todo
sucio... En cambio don Federico se
comió tres huevos fritos en esta misma
mesa. ¡Y con mucho gusto!"
Parra, que escuchaba en silencio,
comentó:
—¿Se dan cuenta porqué hay que
echar a esta gente? ¿Qué saben ellos de
la vida o de nuestras costumbres? Para
ellos la pobresa es roñosa y creen que
se las saben todas... ¡Qué van a saber!
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