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sanjuaninos
Viernes 18 de mayo de 2018
años
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FRANCISCo
NARCISo LAPRIDA
SALVADoR MARíA DEL CARRIL
El sanjuanino que
presidió los tres poderes
R
espetado en su época por su
capacidad intelectual, Salvador
María Del Carril presidió en di-
ferentes etapas de su vida, los tres po-
deres del Estado.
Nació en San Juan el 5 de agosto de
1798. De familia acomodada, su padre
fue Pedro Vázquez del Carril, comer-
ciante, y su madre, Clara de la Roza.
Salvador se había graduado antes de
los 18 años en derecho civil y canónico
como bachiller y como doctor en la Uni-
versidad de San Carlos, de Córdoba.
Con 20 años ya era abogado.
De regreso a San Juan, ocupó diferen-
tes cargos y el 10 de enero de 1823,
ante la renuncia del gobernador, gene-
ral Pérez de Urdinenea, pasó a gober-
nar la provincia con sólo 24 años.
Durante su administración dictó la
Carta de Mayo, una especie de Consti-
tución provincial que propugnaba cues-
tiones cuestionadas por la Iglesia.
La Carta fue sancionada el 23 y pro-
mulgada el 25 de julio de 1825. Pasó
un día y estalló la revolución para sa-
carlo del poder. Si bien pudo volver un
par de meses después a ser goberna-
dor, el 12 de septiembre, siendo ele-
gido en su reemplazo José Navarro.
Fue el primer ministro de Hacienda del
país –del gobierno de Bernardino Riva-
davia, y cuando Lavalle derrocó a Do-
rrego, fue de los principales
instigadores para que se lo matara…
Con la caída de Lavalle se exilió hasta
la caída de Rosas y regresó de Brasil
tras Caseros donde al poco tiempo fue
elegido diputado por San Juan.
Vivió en Brasil largos años y regresó a
la Patria después de Caseros. Fue di-
putado por San Juan al Congreso Ge-
neral Constituyente y fue nombrado
ministro del Interior. En 1853 integró
con Justo José de Ur-
quiza la fórmula presi-
dencial y fue elegido el
primer vicepresidente
del país, ejerciendo el
cargo entre 1854 y 1860.
Como vice fue la máxima
autoridad del Congreso y
en parte de ese periodo
ejerció la presidencia de la
Nación.
Tras el ejercicio de ese puesto, se
lo nombró ministro de la Corte Su-
prema de Justicia y en 1870, Sar-
miento lo nombró como presidente del
máximo tribunal de la Nación.
Con grandes extensiones de tierra, Del
Carril falleció en Buenos Aires el 10 de
enero de 1883. En el cementerio de La
Recoleta está el mausoleo con una es-
tatua que lo recuerda y un busto de su
esposa
Tiburcia Domínguez mirando para el
otro lado. Doña Tiburcia pasó muchos
años sin hablarle a Salvador, enojada
porque el sanjuanino publicó un aviso
anunciando que no iba a hacerse cargo
de su “gastadora” esposa. Y por la
eternidad quedan mirando cada uno
para su lado…
E
s el sanjuanino más mencio-
nado en Internet después de
Sarmiento; Borges le dedicó
una de sus mejores obras, Poema
Conjetural, todas las ciudades tie-
nen calles con su nombre. Sin em-
bargo, los historiadores
sanjuaninos han dedicado muy
poco espacio al coterráneo que
presidió el Congreso de Tucu-
mán.
Es imposible referirse a una de
las celebraciones patrias –el 9
de Julio- sin mencionar a Fran-
cisco Narciso Laprida, hombre
que presidió el Congreso de Tu-
cumán, ámbito donde se declaró
nuestra independencia.
Francisco Narciso Laprida nació el
28 de octubre de 1786 y fue asesi-
nado el día 23 de septiembre de 1829
por los montoneros de Aldao.
Hijo de José Ventura Laprida, comer-
ciante español que llegó de Asturias a
estas tierras y de María Ignacia Sán-
chez de Loria, sanjuanina y prove-
niente de una familia tradicional, el
niño Francisco realizó sus primeras
letras en su ciudad natal, pero el pe-
queño fue llevado a estudiar al Real
Colegio de San Carlos, en Buenos
Aires. Luego partió hacia Chile en
donde la familia Laprida se esta-
bleció y él se graduó como licen-
ciado y doctor en leyes el 29 de
enero de 1810.
De regreso a San Juan, en
1812 fue elegido síndico procu-
rador del Cabildo y luego, al-
calde de primer voto.
Presidió el Congreso de Tucu-
mán y el 9 de julio de 1816, tuvo
el honor de leer la declaración de
la Independencia para que juraran
todos los diputados.
Laprida tuvo actuación política en la
provincia y hasta fue, durante algunos
meses, gobernador.
En 1827, Francisco Laprida se esta-
bleció en Mendoza con su familia,
para defenderse de las persecucio-
nes de Facundo Quiroga que había
invadido San Juan.
Una vez que estalló la guerra civil
entre federales y unitarios, Laprida se
incorporó al bando unitario. El 22 de
septiembre de 1829, federales y uni-
tarios se enfrentaron en un lugar lla-
mado del “Pilar”, muy cerca de la
capilla de San Vicente -hoy Godoy
Cruz-, en la vecina provincia. Allí
entre los unitarios, se encontraba
Francisco Laprida y un jovencito lla-
mado Domingo F. Sarmiento.
Derrotado, Laprida partió junto a otros
unitarios para salvar su vida, perse-
guidos por una partida del general
José Félix Aldao. El tropel de los ven-
cidos fue interceptado muy cerca del
lugar en dirección al Sur. Allí, este pi-
quete lo apresó y lo condujo con
otros. Al saber que era Laprida, uno
de los que comandaba la montonera,
lo ejecutó enterrándolo vivo y pa-
sando un tropel de caballos sobre su
cabeza, esto era una práctica común
en ese entonces. Laprida tenía 43
años.
Eternamente
ligado a la
Independencia
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