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sanjuaninos...
Viernes 18 de mayo de 2018
años
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E
n tiempos en los que el
consumo de vino era muy
superior a la época actual
y no se hablaba de variedades, la
bodega de la familia Castro era de
las más importantes.
Lo cuenta Mabel Cercos, investiga-
dora de la Universidad Nacional de
San Juan, en su trabajo “Castro her-
manos, el éxito de una empresa fa-
miliar vitivinícola de San Juan
durante el primer peronismo”.
Don Plácido Castro, uno de los inte-
grantes de la firma social Castro Her-
manos junto a Francisco, Vicente y
Juan, hicieron de un emprendimiento fami-
liar una de las empresas vitivinícolas más
importantes de la provincia. La firma se ini-
ció en 1943 y continuó hasta 1960 aproxi-
madamente. Plácido Castro fue el
protagonista principal del crecimiento de la
empresa.
Los Castro eran españoles. Dice Mabel
Cercos: “En una entrevista realizada, un
vecino de Angaco recordaba que su padre
le contaba que los hermanos Castro co-
menzaron secando uva para obtener la
pasa y que pedían a los vecinos la uva que
les quedaba en los parrales, para secarla
en los potreros y en los techos de las
casas. Debemos recordar, no obstante que
la familia Castro tenía una propiedad con
parrales, razón por la cual contaba con la
materia prima para secar uva. También es
probable que la primera “bodega” fuera una
construcción precaria y sin inscripción en la
Dirección de Industrias, con el fin de “pro-
bar” en la actividad de productor de vino.
En rigor, lo cierto es que en 1943 nos en-
PLÁCIDO CASTRO
El vino que
estaba en
cada mesa
del país
contramos con una empresa sólidamente
instalada”.
En 1945, pasaron a ser bodeguero—trasla-
dista, con una capacidad de elaboración de
202.450 hl. El año 1951 significó, además,
un cambio sustancial para Castro Herma-
nos, ya que ese año pasaron de trasladistas
a convertirse en fraccionadores al consumo
local, de acuerdo con las disposiciones vi-
gentes.
La firma creció a un ritmo importantísimo.
Compró y alquiló bodegas, abrió plantas
fraccionadoras, se convirtió en una empresa
líder en el país. De este modo, a fines pe-
ronismo, la empresa Castro Hermanos se
hallaba consolidada y en plena expansión
productiva.
En poco tiempo la empresa conducida por
Plácido Castro era una de las firmas más
poderosa y representativa de la vitivinicul-
tura, productora de los vinos comunes Tala-
casto, Viñas de Angaco y del jerez Don
Plácido, además de las pasas de uva La
Pandereta y Pasandina, entre otros produc-
tos. De modestos productores de pasas se
convirtieron, en los años de nacimiento del
peronismo, en pequeños elaboradores de
vino que comercializaban en el mercado de
traslado. Lograron pasar de bodegueros
trasladistas a integrarse verticalmente en el
mercado minorista sanjuanino. Esta, sin
duda, fue la base de su expansión posterior.
En la mitología vernácula se elaboraron di-
versas hipótesis para justificar el gran creci-
miento de Castro Hermanos. Desde que
contaron con la ayuda de Juan Duarte –her-
mano de Eva Perón— hasta que, como
todas las grandes bodegas de la época, cre-
cieron con las plantas fraccionadoras en
Buenos Aires. Lo cierto es que fueron prota-
gonistas de un gran momento del vino.
Como que Argentina llegó a consumir 90 li-
tros por habitante, uno de los más altos con-
sumos del mundo, muy lejos del actual
consumo.
B
artolomé Del Bono
fue uno de los em-
presarios más im-
portantes de San Juan.
Fue descendiente de
Juan, el primer Del Bono
que llegó en 1870, in-
centivado por el inge-
niero Cereseto, por muchos
considerado el padre de la
moderna vitivinicultura san-
juanina.
Don Juan comenzó traba-
jando de obrero de Cereseto
–los dos venían de Génova-
y fue empleado de esa firma
hasta 1888. Fue entonces
cuando se independizó. En
1890, en Desamparados, ya
había levantado su primera y
modesta bodega.
La empresa creció y desde
1903 el establecimiento vitivi-
nícola quedó a cargo de sus
dos hijos varones: Carlos y
Bartolomé. Este último fue
quien dio un gran impulso al
emprendimiento, que llegó a
transformarse en una de las
grandes empresas familiares
de San Juan.
Una hermana de Bartolomé y
Carlos, Catalina, se casó con
Santiago Graffigna, uniendo
para siempre estos dos ape-
llidos vinculados al desarrollo
de la industria vitivinícola
provincial.
En 1907 Bartolomé Del
Bono, casado con Enriqueta
Lanteri, comenzó a levantar
lo que en esa época los san-
juaninos llamaban “mansión”
Del Bono. En ese chalet, ubi-
cado en los mismos terrenos
que la bodega, vivió con sus
cuatro hijos.
En 1922, Bartolomé Del
Bono invirtió en una gran bo-
dega que terminó transfor-
mándose en el pueblo de
Casuarinas. Lo hizo junto a
sus socios Esteban Dubós y
Valentín Beretta. Y con 300
hectáreas de viñedos, produ-
cían 12 millones de litros de
vino.
BARTOLOMÉ DEL BONO
Una familia
de pioneros
Bodega del Bono
Bartolomé
Del Bono