Juan Carlos Bataller
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Afirmaba Bartolomé Mitre:
-Existía agregado al Batallón un capitán llamado don Mariano de
Mendizábal, natural de Buenos Aires, el cual por su mala conducta
había sido separado de las filas. Valiente, corrompido y bullanguero,
había asistido a la defensa de Buenos Aires contra los ingleses y hecho
casi todas las campañas de la revolución siendo objeto de un sumario
en enero de 1.817 por su conducta e incorregibilidad, como por indis-
ciplina y para que escarmiente
Oficial del Ejército de los Andes, recaló en San Juan cuando se estacionó
en esta provincia el Batallón de Cazadores de los Andes.
Gran seductor, lo primero que hizo al llegar a San Juan fue averiguar
cuáles eran las familias que reunían poder y dinero.
Es difícil imaginar lo que significaba para una provincia tener un ejército
estacionado a escasos cien metros de la plaza mayor.
Hombres dejados a la buena de dios, con armas, la gran mayoría sin for-
mación militar. La consecuencia lógica era un ambiente casi salvaje
donde los robos, los asesinatos y las violaciones de mujeres eran cosa
corriente.
En ese ejército, Mendizábal ocupaba el segundo lugar en la cadena de
mandos.
El cuñado que nadie esperaba
Mariano pronto descubrió quién sería su presa: Juana, la hermana del
gobernador.
Gobernaba San Juan Ignacio de la Roza, hombre de fortuna, patriota
sanmartiniano y convencido adherente a la causa libertadora.
Mendizábal no tuvo inconvenientes en enamorar a aquella muchacha
pueblerina e incluso se casó con ella el 28 de abril de 1817.
Para asegurarse que la boda se realizaría, no dudó en dejarla embara-
zada algo que en aquellos años sólo podía pagarse con un matrimonio.
Así ocurrió y a los pocos meses de casados, el 7 de julio de 1.817 nació
una nena llamada Liberta América Mendizábal de la Roza.
Mariano Mendizábal pronto advirtió que su cuñado tenía dos proble-
mas.