Juan Carlos Bataller
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Cuando me fue posible comprender lo que oía tuve que abandonar aun-
que a mi pesar, las ruinas que me rodeaban, pues que a todas direccio-
nes no se veían más que charcos de sangre, puertas rotas, baúles vacíos
y destrozados pues mientras unos mataban otros saqueaban, a no de-
jarme ni siquiera el anillo que tenía en el dedo.
Ya era la oración y me encontraba amenazada por el populacho que
obstruía la salida. Tuve que pedir a los caballeros, que después del
asesinato y demás horrores se pusieron de guardia, que se demora-
sen un momento más y apoyada del brazo del muy respetable señor
Borgoño, cónsul chileno, me dirigí a la casa de la señora doña Ger-
trudiz G. de Coll, donde he permanecido con Máxima y demás fa-
milia hasta el 22 que me puse en viaje para esta, conducida por el
señor Daniel González y acompañada por algunos buenos amigos
chilenos de la emigración.
Estos, asociados a González, han hecho cuanto han podido para sa-
carme de aquel teatro de horrores y hasta ahora no dejan de hacer
cuanto un amigo consecuente cree necesario.
Entretanto, estoy en casa de don Carlos González, recibiendo favores
sin límites de toda su familia y estaré aquí hasta que pueda arreglar al-
gunos asuntos que conviene los atienda de aquí.
Recomendándole los consuelos para mi pobre madre no tengo aliento
para poner limpio estos borrones. Tómate el trabajo de leerlas así y tam-
bién de mostrarlos a todos los amigos; ya no puedo más.
Un abrazo a Leonor y tú el cariño de la más desgraciada de tus herma-
nas.
Firma
: Elena.
Muerte innecesaria
Que la muerte de Virasoro fue innecesaria lo demuestra el hecho de que
reconciliadas momentáneamente la Confederación y el Estado de Bue-
nos Aires y buscando ambas partes la unidad nacional, el 11 de noviem-
bre se reúnen en Paraná, Justo José de Urquiza, el general Bartolomé