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Cambian los tiempos
Volvió el 18 de marzo de 1857 para gobernar poco más de un
mes, hasta el 29 de abril de 1857, en un despropósito sólo expli-
cable desde el punto de vista humano, sin advertir que ya el am-
biente esperaba un cambio que abriese paso a nuevas ideas.
El país y la provincia ya tenían Constitución.
El dilema era
humano: ¿qué lugar puede darle una sociedad a un hombre aun
joven que la ha gobernado durante más de 18 años?
¿Podía ese hombre ser indiferente o imparcial con los que lo ha-
bían reemplazado?
Hasta 1857, según Caillet Bois, la escena política sanjuanina se
dividía en cuatro sectores: "el partido de los federales amigos del
general Benavides; el partido de los unitarios amigos del general
Benavides; el partido de los federales disidentes del general Be-
navides; y el partido de los unitarios adversarios del general Be-
navides"
¿Qué hacer
con Benavides?
En 1858,
con el gobierno constitucional de Manuel José
Gómez Rufino
, pronto sólo quedaron dos facciones: el oficia-
lismo y la oposición. El escenario había cambiado. Ya no se ha-
blaba de unitarios y federales. El Club del Pueblo, desgajado del
Club Libertad, nacía de la fusión de liberales y federales inaugu-
rando una etapa que se prolongaría durante veinte años, olvi-
dando enconadas trincheras partidistas. Y los cambios, sumados
a la escisión interna, debilitaban al gobernador Gómez, deján-
dolo sólo con unos pocos amigos y parientes.
Lo que dijo
Sarmiento
Poco antes de morir, el 22 de
junio de 1888, Sarmiento le es-
cribió una carta a su amigo
don Ignacio S. Flores y en ella
hace justicia a su viejo ene-
migo: "En la casa de Benavi-
des, su señora viuda pondrá el
retrato más grande que tenga
del general Benavides, a quien
debe San Juan, por su mode-
ración, que no se derramase
sangre en su gobierno". Ya
desde su exilio en Chile, el
gran maestro había escrito:
"Benavides es un hombre frio;
a eso debe San Juan haber
sido menos ajado que los otros
pueblos. Tiene un excelente
corazón, es tolerante, la envi-
dia hace poca mella en su es-
píritu, es paciente y tenaz".
La opinión
de Del Carril
Salvador María del Carril, anti-
guo cabecilla unitario, no esperó
la muerte del jefe federal para
escribirle en 1852 una carta muy
elogiosa en la que concluía di-
ciendo, "usted en aquella época
infausta, estancó la sangre que
había corrido a torrentes y dio
asilo generoso a los oprimidos
sin amparo".
Asesinato en la cárcel
A todo esto, la convivencia con Benavides, que ejercía el cargo de comandante de la
División Militar del Oeste, no era fácil. El general se había transformado en un ene-
migo peligroso, al que el gobierno quería eliminar a cualquier precio. Lo detuvieron y
se lo condujo a la cárcel del Cabildo, frente a la Plaza Mayor en calidad de incomuni-
cado en una pieza alfombrada del segundo piso, de techo muy elevado y amplio bal-
cón, con frente a la plaza. Y se lo aseguró bien con una barra de grillos de 32 libras
de peso. El gobierno hizo saber al juez de Crimen que "se halla preso e incomuni-
cado en los altos del cabildo el general don Nazario Benavides por conato compro-
bado de sedición, según aparece de las sumarias levantadas a sus cómplices y
colaboradores".
Benavides fue asesinado en su celda el 23 de octubre de 1.858.