Libro Historia Completo - page 115

Benavides
Criollo de pura cepa
Nació en 1802, no precisamente en cuna de oro. Su
padre, Pedro, fue un criollo de ascendencia chilena.
Su madre, Juana Paulina Balmaceda, también prove-
nía de un hogar criollo. Junto con sus cuatro herma-
nos, Nazario se crió en el hogar paterno, en un fundo
semirural ubicado en el Pueblo Viejo, que ocupaba
desde lo que hoy es la calle Juan Jufré, por el norte,
hasta Chile, por el sur. Por el este llegaba hasta lo que
hoy es la Plaza de Concepción. Allí tenían los Benavi-
des una pequeña viña, un alfalfar y un huerto, como
todas las casas de aquellos años. La casa era de
adobe, con techo de caña sostenido sobre rollizos de
álamo.
Vida de arriero
Benavides no era un intelectual ni un hijo de familias
ricas, como Del Carril o De la Roza. Aprendió a leer y
escribir pero no pudo radicarse en otras ciudades para
volver con un título de abogado o médico. Sus ocupa-
ciones de joven fue mondar acequias, preparar la tie-
rra para los cultivos, podar, cuidar los animales.
Cuando cumplió los 17 ya se había enganchado como
carrero de cargas y más tarde como arriero, con lo
que conoció otras provincias y viajó mucho. Así fue
moldeando su personalidad Nazario. Joven de buen
carácter, afable, sin vicios, modesto, con gran capaci-
dad de adaptación a las circunstancias, tolerante.
Soldado de Facundo
Tenía 24 años cuando Juan Facundo Quiroga co-
menzó a formar su ejército para combatir contra el ge-
neral Aráoz de Lamadrid. Y Benavides se enganchó
con él, como lo hicieron otros tres o cuatro mil cuyanos
y riocuartenses, los que fueron sometidos durante cua-
tro meses a una rigurosa disciplina militar.
En su vida militar, comenzó haciendo lo que sabía: fue
arriero en el ejército del tigre de los llanos.
Pronto Nazario se ganó el aprecio de los oficiales de
Quiroga. Y este, a su vez, influyó en el joven arriero,
podador y mondador de acequias como para hacerle
olvidar sus anteriores oficios y abrazar definitivamente
la carrera militar.
Hombre de mando
Había nacido para mandar. Conocía a la gente. Y
como militar era un hombre de arrojo. A nadie ex-
trañó que en 1831, con 29 años, ya fuera teniente
coronel. Y a diferencia con otros caudillos militares,
reprimió siempre el pillaje y la matanza, fue tolerante
con sus enemigos, generoso con los vencidos y
hombre de buen corazón.
En 1833 Benavides regresó a la provincia, tras
la campaña contra los indios del sur, contra-
yendo matrimonio con Telésfora Borrego y
Cano, con quien tuvo 12 hijos.
Nacieron, murieron prematuramente algunos, se
repitieron nombres, crecieron. La casa fue un
modelo de hogar cristiano.
El día que lo eligieron
El 26 de febrero de 1836, a las 8 de la mañana, Benavides llegó
al Cabildo, ubicado frente a la plaza principal. Eran años de ines-
tabilidad política.
San Juan había sido invadido por La Rioja
y
todos estaban pobres y temerosos. Había que elegir un goberna-
dor. Y lo eligieron a él.
Y allí estaba aquella mañana aquel militar flaco y alto, elegante
con su uniforme de teniente coronel, con sus jóvenes 33 años.
Nadie pensó que Nazario Benavides gobernaría durante 18 años,
sólo interrumpidos por las veces que delegaba el mando y se
ponía al frente del Ejército para protagonizar memorables bata-
llas.
Su presencia paternalista y respetuosa evitó que la provincia vi-
viera el clima de lucha fraticida que ensombreció a los argentinos.
Su obra de gobierno
Con el apoyo de figuras de diferentes sectores logró re-
sultados muy positivos en su administración.
Se destacan la construcción del
dique San Emiliano
y el
Reglamento de irrigación
para impedir las inundaciones
del río San Juan y aprovechar nuevas tierras.
Como militar, el caudillo alcanzó gran autoridad en toda la
región oeste de la Confederación, debido a su capacidad
de organización y de combate, demostrada en sus triun-
fos contra la Coalición del Norte y frente al caudillo rio-
jano, Chacho Peñaloza.
Su obra de gobierno fue muy valiosa.
Telésfora Borrego
y Cano, según una
foto publicada en
el libro: “Revolu-
ciones y crímenes
políticos” de Juan
Carlos Bataller
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Batalla de la Tablada. Óleo. Ernesto Palacios
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