Los gobernadores de mi memoria
gares. Y reproducen, multiplicando muchísimas veces, lo que dice la
prensa. La sociedad mediática es bastante.... diríamos un tema que hay
que estudiar. No sé si es bueno. Esto hay que estudiarlo.
—Si los poderes más grandes no son los formales, de alguna forma se
trasgrede el espíritu de la Constitución...
—Claro. Transgrede el espíritu de la Constitución con seguridad. Pero
el espíritu de la Constitución, aunque parezca una incongruencia —y
espero que se me interprete con la mejor intención— es el propio Estado
por medio de sus propios funcionarios el primero en desvirtuarlo. Son
los grandes contrastes o las enormes incoherencias que tenemos los ar-
gentinos. Por eso es que nos va como nos va. No nos va como nos va de
cazuela.
—¿Por qué sostiene eso?
—Porque es la Constitución justamente la que regla el Estado, la que
determina al Estado, la que le dice al Estado cómo tiene que actuar... Y
resulta que el propio Estado a través de los hombres que lo ponen en
movimiento, los hombres de carne y hueso, son los primeros en violen-
tar el espíritu de la Constitución. Le hacen decir a la Constitución cada
pavada que nunca el constituyente concibió cuando estaba pensando la
norma constitucional
—Wbaldino… ¿Qué cambió en estos años de democracia?
—Aparecen nuevos problemas cada día. Pero a su vez el gobernante es
también ganado por la ansiedad de saber que problemas que tienen so-
lución no se resuelven con la prontitud deseada en razón del excesivo
peso burocrático, yo diría un tanto pachorriento, de las propias estruc-
turas del Estado provincial. El Estado provincial en un porcentaje muy
elevado se constituye, aunque pareciera un absurdo, en una maquinita
de impedir. Siempre aflora el no. En vez de decir cuál es el problema,
voy a trabajar para resolverlo, aparece el no se puede. Por eso la canti-
dad de expedientes sin resolver, con todos los inconvenientes que esto
genera. Inconvenientes que luego le ocasionan un perjuicio fiscal tre-
mendo al Estado en juicios, demandas, con todo lo que esto ha signifi-
cado a lo largo de la historia de San Juan.
—¿Cómo se cambia esto?
—
Creo que hasta ciertos niveles el Estado tendría que ser conducido por
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