Los gobernadores de mi memoria
165
Mientras consumíamos dos porciones de asado de tira con ensaladas y
una botella de vino tinto tuvimos una larga charla que se prolongó hasta
que cerró el restaurante.
Recordemos el momento:
1.986.
Un año antes Bravo había renunciado a la gobernación y al frente de la
provincia quedó Ruiz Aguilar, un hombre
cuyo destino político estaba
muy atado a las opiniones del jefe partidario
, quien asentaba la gestión
de gobierno en dos ministros jóvenes y trabajadores: Acosta y Juan Gil-
berto Maratta.
La charla con Acosta me interesó
. “Si este hombre quiere ser goberna-
dor dentro de dos años, importa saber lo que piensa”,
me dije.
Descubrí esa noche que dos temas nos apasionaban a los dos: el análisis
de la construcción del poder y la historia provincial.
De eso hablamos.
—Wbaldino, usted no ha venido a la vida política para ser ministro
de Gobierno. ¿Me equivoco?
—Sólo un aventurero podría vaticinar algo que sólo está en su imagi-
nación. Nada surge espontáneamente. Es el hombre quien lo va cons-
truyendo.
Aunque no lo dijéramos, ambos sabíamos que la figura de Leopoldo
Bravo sobrevolaba en la charla.
—Le cambio la pregunta. Me atrajo su invitación a comer porque no
lo veo a usted como un obediente ministro que trata de posicionarse
para que don Leopoldo lo postule dentro de dos años…
Acosta sonrió
. Levantó el tenedor como para decir algo contundente
pero al instante dejó caer su mano.
—Mire Juan Carlos. Hoy estoy trabajando para ser el mejor ministro de
Gobierno…
—Wbaldino, San Juan ha tenido liderazgos fuertes. Usted los ha te-
nido en su partido. Pienso en Cantoni y en Bravo ¿Se puede manejar
un gobernante bloquista sin obedecer al lider? Le amplio la pregunta:
¿se puede gobernar San Juan muy democráticamente?
—Fíjese que los grandes hombres públicos, con personalidades muy
fuertes, nunca terminaron su mandato. Yo creo en la mixtura, en el justo
término, en la armonía. Por ahí pasa el equilibrio y el buen funcionario
público.