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JONES
tenían conocimiento de lo que todos sabián o,
por lo menos, no preveían que tal pudiera
acontecer?
Esta es, a mi entender, la parte más extraordi-
nario de toda la tragedia sanjuanina. Porque
extraordinaria fue la indiferencia de la policía
ante el complot. Y más extraordinaria la pasi-
vidad con que el doctor Jones cayó en la cela-
da que se le había tendido.
E
l jefe de policía era Honorio
Guiñazú, otro extraño en San Juan
como la mayoría de los colaborado-
res que se rodeó el gobernador. En el pueblo
se le llamaba con los motes de
“Rocambole”
o el “
Vivillo”
y a pesar de su mala fama era el
hombre preferido del desdichado gobernante,
sin duda porque conocía su lado flaco, la adu-
lación.
Bueno hasta el sacrificio como era y como lo
fue, arrancado a sus estudios de gabinete y
poco conocedor, por lo tanto, de la naturaleza
humana y menos de los laberintos de la políti-
ca, el doctor Jones creía todo lo que le decía
ese hombre que había empezado por demos-
trarle un gran cariño, un cariño casi paternal,
como que solía decirle palmeandole el hom-
bro, cuando las primeras amenazas contra su
vida,
—No tema, viejo que mientras tenga
“un águila” como yo en la policía, no habrá
quien se le atreva.
M
ientras tanto cada vez que susu-
rraba un peligro, Guiñazú hacía
un viaje. En el presupuesto figu-
raba un numeroso personal de agentes y no
se veía ni la tercera parte y a los que había se
les pagaba con atraso.
Se compraban a menudo cajones de munición
y el día del asesinato, por la tarde, cuando
algunos vecinos trataron de organizar una
defensa contra un posible ataque, en el
Departamento Central de Policía había sola-
mente 30 balas.
¿Ha ido el doctor Jones concientemente al
sacrificio?
Casi parecería ociosa esta pregunta pues
nadie puede creer, dada la constitución aferra-
da a la vida del carácter humano, que haya
quien sepa a ciencia cierta que en tal sitio y a
determinada hora le van a matar y a pesar de
eso se dirige allí.
Empero, hay ciertos detalles que darían la
idea que eso ha acontecido en este caso y es
mi deber consignarlos:
Ante todo, el gobernador, que hasta poco
antes hiciera caso de las observaciones de
alguno de su amigos, recientemente había
renunciado a toda precaución.
Ya no le acompañaba el piquete de soldados
que hacía guardia en torno suyo y en los actos
públicos a los que asistía como tampoco los
agentes uniformados o de civil que muchas
ocasiones le seguían.
Se cita el hecho de que, pocos días antes del
crimen, en la esquina de Bartolomé Mitre y
General Acha, bien central por cierto, como
que está frente a la plaza principal, un indivi-
duo le detuvo, le hizo varios reproches en
tono bastante insolente y luego huyó, sin ser
detenido.
Más aún, no sólo rechazaba la vigilancia poli-
Número ocho mil cuatroscientos ocho.
En la provincia de San Juan, República Argentina,
distrito de Desamparados a veinte y un día del mes de
noviembre del año mil novecientos veinte y uno ante
mi, Juan Elías Lucero, oficial encargado del Registro
Civil se presentó don Enrique Meglioli, italiano, de
cincuenta y tres años, casado, agricultor, domiciliado
en Angaco Sud y declaró:
Que ayer a las trece horas había fallecido el varón
Juan Meglioli, de herida de bala, según certificados de
los facultativos doctores C. Albarracín Godoy y
Américo Devoto;
que era italiano, de cincuenta y cuatro años de edad,
industrial, que estaba casado con Doña Elvira
Recabarren, argentina, de cuyo matrimonio no han
tenido sucesión; que era hijo legítimo de don Luis
Meglioli y de doña Filomena Corti, ambos italianos
fallecidos
Que el declarante es hermano del fallecido. Fueron
testigos don Rafael Benavídez, español de cuarenta y
un años, casado; agricultor domiciliado en 25 de
Mayo y don Fernando de Lara, español de veinte y
nueve años casado, mecánico, domiciliado en el dis-
trito de la Capital.
Leida que les fue la firmaron conmigo los testigos y
por el declarante lo hizo su suegro don Luis Meglioli.
Pagó dos pesos por derecho =Luis Meglioli= Rafael
Benavídez = F. de Lara = Ante mí Juan E. Lucero Of.
E. del R.C. (hay un sello).
Concuerda
con el acta original de su tenor consiste a folio
treinta y ocho del libro número 25 de Defunciones del
Departamento de Desamparados. En fe de ello y a solici-
tud y órden del señor director general del Registro Civil
expido la presente copia que autorizo, sello y firma en San
Juan, Departamento de Desamparados a veinte y dos días
del mes de febrero del año mil novecientos veinte y tres.
LAS PARTIDAS DE DEFUNCION DE MEGLIOLI
(Copia de la partida
de defunción de Juan Meglioli)