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JONES
las autoridades estaban alertas, desde enton-
ces han habido largos períodos en que han
permanecido demasiado confiadas. El propio
domingo 20, quién duda de que en lugar del
asesinato del gobernador, hubieran podido los
cantonistas realizar el basto plan revoluciona-
rio, sin gastar una vida ni un bala.
Comenzó entonces a proclamarse la necesi-
dad de suprimir al doctor Jones como única
forma, en opinión de los disidentes, de resol-
ver la grave crisis política y de conseguir el
escalamiento al poder.
Cabe decir que este pensamiento, audazmente
lanzado a los cuatro vientos, no contó nunca
con el apoyo de la opinión culta de San Juan,
no sólo por lo criminal del medio, sino por-
que toda ella conceptuaba que de dos males
le convenía elegir el menor. Y el gobierno de
la fracción cantonista sería peor que el más
malo de los gobiernos que pudiera hacer
Jones. Sobre todo, el círculo que le rodeaba.
Daba prenda de ello el carácter violento y
perturbador del doctor Cantoni que tantas
fanáticas simpatías le habían conquistado en
las masas pero que evidenciaba a las claras
que no poseía más que cualidades para la
lucha y la destrucción, muy lejanas de las
condiciones constructivas de los hombres de
gobierno.
A
sí, por ejemplo, cuando el interven-
tor Salvat repuso a los jueces resti-
tuidos por el gobernador, el doctor
Cantoni, dando una nota ingrata en la
Legislatura, se había erguido en su asiento
presidencial y había exclamado.
—Conciudadanos: sabed que quiera o no mi
amigo personal el doctor Hipólito Yrigoyen,
Jones bajará del gobierno vivo o muerto.
En los primeros días de agosto, circuló insis-
tentemente el rumor de que la idea estaba por
realizarse, pues ya se habían tomado todas las
medidas, pero algunos amigos sinceros del
gobernador lo obligaron a cuidarse y a no
dormir en su casa, ofreciéndole las propias.
Uno de ellos fue, por ejemplo, don Sergio
Bates, propietario del diario
“Debates”
, en
cuya casa y bajo vigilancia de sus hijos, el
infortunado gobernador tuvo horas de tran-
quilidad de las que no solía gozar desde el
momento que, sacrificándose a la unión de
sus correligionarios, aceptó el poder.
Las amenazas no se reprodujeron luego, por
lo menos en la forma concreta de un plan de
realización inminente, aunque bien se sabía
que la idea flotaba en el ambiente y no sería
abandonada. En setiembre el Congreso san-
cionó una nueva ley de intervención en la
forma amplia que los cantonistas querían y
estos resolvieron esperar un poco más.
Empero, la intervención llegaba y un nuevo
Copia número veinte y cuatro mil trescientos diez
y seis.
En la provincia de San Juan, República
Argentina distrito de la Capital a veintitres días del
mes de noviembre del año mil novecientos veinte y
uno, siendo las nueve horas ante mí, Nestor Céliz,
encargado del Registro Civil compareció don Juan
Balaguer, argentino, de treinta y dos años, casado,
empleado y domiciliado en calle Laprida cuatroscien-
tos setenta y tres y declaró:
Que el día veinte del corriente mes a las doce horas y
treinta minutos había fallecido en el departamento del
Pocito el varón
Amable Trifón Jones
a consecuencia
de “heridas recibidas” según el certificado de los
facultativos Carlos Albarracín Godoy, Américo
Devoto y Eugenio Doncel;
que era argentino de cincuenta y tres años de edad,
soltero, médico, hijo legítimo de Juan Jones, inglés y
de Jesús Bazán argentina, ambos fallecidos.
Fueron testigos Don José María Corona y don Jorge
Sánchez Coll argentinos mayores de edad y domicilia-
dos en este distrito.
Leida que fue la presente acta la firman ante mí el
declarante y testigos Juan Balaguer, J. M. Corona,
Sánchez Coll, Néstor Celiz E. del R.C.
Hay un sello. Concuerda con su original corriente a
fojas veinte y tres del libro sesenta y ocho de
Defunciones de la Capital. A solicitud del señor Juez en lo
Civil doctor Julio Escobar y por orden del Director
General expido la presente que autorizo sello y firma en
San Juan a veinte y dos de Febrero de mil novecientos
veinte y tres.
LAS PARTIDAS DE DEFUNCION DE JONES
(Copia de la partida
de defunción de Amable Jones)
