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Eduardo Peñafort
*
*Filósofo, Crítico de Arte
.
A
l poco tiempo de mirar la ex-
posición “El peso de la na-
ranja”, la reiterada presencia
de la imagen de la autora advierte que
se la debe mirar como se lee un diario
íntimo, un monólogo interior, un titu-
beante relato de emociones e ideas. Sin
tabúes ni fronteras todo puede ingresar
a la obra para incrementar la eficacia
expresiva. La vida de Cristina Ruiz
Guiñazú (un cruce de afectos, recuer-
dos, impresiones, sus seres queridos)
parece que se plasma en sus telas, sin el
enmascaramiento al que suele recurrir
la pintura.
Claro está que la relación con el signi-
ficado no es transparente. En una ama-
ble charla, la curadora de la muestra
de Cristina Ruiz Guiñazú, me comentó
que el políptico “El peso de la na-
ranja” hacía alusiones al affaire
Strauss-Khan, un caso de violencia de
género atravesado por el abuso de
poder y la hipocresía de la moral ofi-
cial. A partir de esa referencia creo en-
tender que la historia contada también
incluye la visión del mundo contempo-
ráneo. En la obra, el orden de las imá-
genes se puede interpretar. El primero y
el cuarto panel se remitían a un signifi-
cado; el segundo y el quinto a otro, uni-
ficados por el panel central que incluye
un autorretrato. Lo blanco como “vir-
ginidad” (pañuelo, cinturón, ropa inte-
rior de la niña), lo blanco como servi-
cio – delantal -; el traje negro del
autorretrato constituye una simbología
para una representación de la condi-
ción femenina, ante una agresiva ima-
gen masculina.
Esta descripción es más un ejemplo
para invitar a prestar atención al relato
de experiencias que una interpretación
completa. Se debe tener en cuenta la re-
lación de las imágenes con la línea que
pretende alcanzar la “ilusión de lo ver-
dadero”, de creación artificial de mun-
dos exactos a través del dibujo, la
pintura, la fotografía y el cine. Según
las declaraciones vertidas por Ruiz
Guiñazú, su fuente se remonta a los
pintores franceses “pompier” – acade-
micistas que hegemonizaron los salones
durante gran parte del siglo XIX -, no
Escribe
IMÁGENES
ss
sólo por el dominio técnico, sino tam-
bién por la iconografía. Resulta casi
imposible no establecer lazos entre
“Une pensé” y el Eros pintado por
Bourguereau en “Joven defendiéndose
de Eros”.
Otra analogía evidente se produce
entre las composiciones de una obra no
expuesta – “La Venus patagónica” – y
“Napoleón contemplando la esfinge”
una obra realizada por Léon Gérôme
en 1868
.
El paisaje patagónico ha sido
resuelto a la manera del desierto egip-
cio para dar la imagen de una enorme
extensión y una terrible soledad. Las
semejanzas se reiteran: superficie pic-
tórica de las que se ha eliminado todo
rastro de pincel y materia, colorido
frio, paleta artificial, dibujo contun-
dente de los desnudos siguiendo len-
guajes comunes en la cultura visual
popular. A pesar de tratar temas inti-
mistas y contingencias biográficas, el
lenguaje formal establece distancia.
La muestra “El peso de la
naranja/Cristina Ruiz Guiñazú en pri-
mera persona” se encuentra en el
Museo Provincial de Bellas Artes
Franklin Rawson. Cristina Ruiz Gui-
ñazú nació en Malargue, Mendoza; es-
tudió en Córdoba y reside en París
desde 1989, con su esposo Pat Andrea
– artista plástico de quien se expone un
dibujo/objeto en el MPBA/Franklin
Rawson -. La muestra, curada por la
arquitecta María Laura Rodríguez
Mayol, encargada de Prensa y Difusión
de “Estudios curatoriales” de la UN-
TREF, fue también exhibida en el
Museo Caraffa de Córdoba.
Viernes 11 de diciembre de 2015
Cristina Ruiz Guiñazú, en primera persona