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Pismanta, las lágrimas de
un cacique, leyenda Huarpe
LEYENDAS
S
e cuenta que Pismanta, el cacique más
recordado por su bondad, nunca pudo
aceptar la llegada al Valle de Tulum de
los conquistadores. No tenía espíritu guerrero, pa-
saba largas horas a la orilla del río pescando para
alimentar a los suyos o simplemente mirando la
grandeza de la montaña, alabando a la Pacha-
mama.
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Un día los dioses le anunciaron lo que ocurriría en
ésta su tierra. Sintió que esos extranjeros se que-
darían para siempre y que terminarían con su
raza. Su dolor fue incalculable y el valiente dio li-
bertad a sus instintos bravíos pues no podía so-
portar la idea de ver su tierra y su raza pisoteada
por el español.
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Una y otra vez se enfrentó a los soldados castella-
nos cuyos pechos parecían reflejar el sol cuando
venían en frente de batalla. Pero también una y
otra vez vio diezmadas sus tropas y muertos a sus
propios amigos.
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Luego, esos mismos soldados contra quienes lu-
chaba, no sólo se apoderaron de la tierra sino que
también lograron conquistar algunos de los suyos.
Para ese entonces el cacique Angaco, se les
había unido. En ese momento, Pismanta tomó la
decisión que daría origen a la leyenda.
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Para no seguir siendo humillado por los conquista-
dores, para que los usurpadores no osaran rozar
su figura de Señor Huarpe y verdadero dueño de
las tierras y mucho menos que menoscabaran su
condición de cacique, se retiró hasta un lugar lla-
mado Angualasto. Allí, en una cueva que casi
nadie conocía, se encerró con toda su familia a
esperar la muerte.
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Dicen, los antiguos del lugar, que luego de unos
días se escuchó un fuerte temblor acompañado de
un estruendo. Una gran grieta se abrió en la roca
que sellaba la caverna y por ella comenzó a fluir
un hilo de agua caliente.
N
arran algunos, que esas aguas que
brotan son las lágrimas del cacique.
Calientes porque brotan del corazón
mismo de la tierra, que acogió en su seno a tan ar-
diente defensor de su raza. Además son continuas
como una queja silenciosa y constante que nos re-
cuerda que allí quedó un valiente que prefirió dar
la vida antes que traicionar a sus ideales.
Fuente:
Monumento al Cacique Pismanta en Angualasto.