Los gobernadores de mi memoria
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Socio del Club Social -muchos de sus amigos pertenecen a esa institu-
ción- y de Amancay, amante de la música folklórica, del asado y el vino
tinto y buen bailarín, Gómez Centurión no era un gran lector de libros,
aunque uno le fascinó: “El príncipe”, de Maquiavelo.
La política no ocupó en sus años jóvenes un lugar importante en la vida
del Bebe. Aunque admiraba al ex presidente Roberto M. Ortiz y a John
Kennedy, recién cerca de los 40 años, en 1962, se afilió a la Unión Cívica
Radical. Sus afanes se concentraron más en la vida empresaria. Primero
explotó la mica, en Valle Fértil; luego formó una empresa que hacía per-
foraciones para aguas subterráneas, llamada Aconcagua; incursionó
como socio en el negocio de la carne, integró el directorio del Banco His-
pano y la Bolsa de Comercio y en 1973 formó una empresa minera, Alu-
vión S.R.L.
Gran olfato
Pero Gómez Centurión fue un hombre de gran olfato político.
Lo demostraría a partir de 1976, cuando los militares irrumpieron en la
vida del país. A partir de ese momento se las ingenió para siempre estar
en primera fila,
hasta transformarse en el sanjuanino que más cargos
públicos ha desempeñado.
Además de los cargos provinciales, con el gobierno del Proceso de Re-
organización Nacional fue director del Banco de Desarrollo, del Banco
de la Nación, y embajador en Méjico y en Portugal.
En 1984 se afilió al bloquismo, partido con el cuál fue senador, diputado
nacional y gobernador electo.
Radical tibio que nunca tuvo militancia activa, hermano de un militar
que lucía estrellas de general, era lógico que en aquellos años fuera un
hombre bien visto para integrar los elencos gobernantes.
Durante la gobernación de Edgardo Gómez fue primero director de Mi-
nería y luego presidente del Banco de San Juan. De ahí pasó a ser direc-
tor del Banco de la Nación, lo que le permitió vincularse en Buenos
Aires y saltar a la gobernación.
Desde el primer día los sanjuaninos advirtieron que
no había llegado
un típico gobernador del proceso.
Gómez Centurión, como también
Alejandro “Cano” Lanusse en la presidencia, guardaban en sus espíritus
una gran vocación por la política. Aunque ambos llegaron por el poder