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Juan Carlos Bataller
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Aun no aparecían los encuestadores con sus errores y aciertos.
Ni los asesores de marketing político.
Nuestro optimismo se basaba en los saludos que recibíamos en las ca-
lles, los abrazos, las llamadas telefónicas, las entrevistas en los medios
de difusión, la cantidad de gente que pasaba a recoger aquella boleta
que llevaba el número 1.
A cada rato sonaba en la radio y en la televisión nuestro jingle:
“Sepa
qué hacer”.
¡Estábamos tan convencidos del triunfo que poco faltaba para que co-
menzáramos a designar el gabinete!
El día de la elección todos estábamos prendidos a la radio y el televisor.
En aquellos días hablar de radio era mencionar megaoperativos con un
periodista en cada escuela, decenas de motos, técnicos que trabajaban
sin descanso y un caudal informativo increíble.
Hombres como Quito Bustelo, Lucho Román, Mario Pereyra, Rony
Vargas, nos mostraban en vivo y en directo lo que es el periodismo
en acción.
Un periodismo, el de aquellos años, virgen aun del protagonismo que
algún día lo invadiría, que también venía de una larga noche y no es-
taba dispuesto a guardarse o manipular la información.
Vuelvo en el tiempo y me veo junto a Américo García y Julio Rodolfo
Millán –nuestros candidatos- en una pequeña oficina en la calle Santa
Fe, esperando los resultados.
A las 6 y media de la tarde ya se conocieron los cómputos de las prime-
ras mesas, comenzando por la mesa de Sierras de Chavez, en Valle Fér-
til.
Las tres primeras mesas –la de Valle Fértil, una de Caucete y otra de Ca-
pital- indicaron que el bloquismo estaba ganando con comodidad, el
justicialismo era segundo y los radicales, tercero. El MID ni aparecía.
Sólo un par de votos tenía Américo.
-Bueno, Juan Carlos, terminó todo. No hay nada que hacer.
-¿Cómo? Si recién van tres mesas…
-No, la tendencia ya está. Esto se define entre Bravo, el peronismo y
los radicales. Nosotros no contamos.
Nada dije pero pensé que Américo estaba delirando.
Y ahí me quedé, junto a la radio, durante las dos horas siguientes,
reci-
biendo cada noticia como una puñalada que atravesaba el corazón.
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