Viernes 8 de diciembre de 2017
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ENTREGAN “RECONOCIMIENTOS” QUE MUCHAS VECES SON
La tendencia se instaló hace
cerca de 15 años y lo que en
principio era un juego divertido
para recordar las anécdotas
que los adolescentes ha-
bían protagonizado en
sus años de secundaria,
se fue transformando en
una acción cruel, discri-
minatoria, violenta y agre-
siva que ya dejó un tendal
de víctimas en el camino.
E
n los inicios del siglo XXI,
la mayoría de los estudian-
tes que terminaba la se-
cundaria elegía para el acto de
despedida en la escuela, a un/a
compañero/a que hablara en repre-
sentación de todos y que además con-
tara anécdotas de su paso por el
establecimiento. Los protagonistas de
esas hazañas, se hacían merecedo-
res de ciertos “premios” recordato-
rios. De a poco, el juego comenzó a
hacerse más agresivo y ya no les
permitieron realizarlo en la escuela.
La fiesta de egresados fue entonces el
escenario elegido para continuar con
esta “tradición”.
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Lejos del ideario de algunos jóvenes
quedó la votación por “el mejor compa-
ñero”. En estos tiempos violentos, en que
la sociedad perdió los frenos inhibitorios y
tanto en la vida real como en las redes so-
ciales, cualquiera puede decir lo que
quiera sin importar que al otro le cause
algún daño, los adolescentes fueron por
más.
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Hoy es común en las fiestas de egresados
ver a jóvenes llorando o abochornados
frente a todos, al igual que sus padres,
porque los “premios” que se entregan son
al “más borracho”, “a la que se transó a
todos en Bariloche”, “a la princesita del
curso, porque aunque no parezca es
mujer”, “a la doble cerradura, porque es
inviolable”, “al soldado más escondido
porque se le ve el casco”, “bar de indios,
porque no entra ningún vaquero”, “al
ñoño”, “al nerd”, “al parlanchín” o “a la
más habladora” y “categorías” similares.
Ningún reconocimiento es por una cuali-
dad, sino que se marca un “defecto” o la
mirada que el líder del grupo tiene sobre
sus compañeros.
La decisión de a quién entregar los “pre-
mios” no es democrática, quien asigna la
“categoría” es un pequeño grupo hegemó-
nico que determina con total impunidad. Y
a fin de pertenecer a ese “selecto” grupo,
muchos adolescentes soportan el bullying
como parte del “derecho de piso” y lo ejer-
cen sobre los otros compañeros. La situa-
ción es muy parecida a lo que sucede en
las “fraternidades” que se forman en las
universidades de Estados Unidos, donde
el bautismo de los novatos suele ser humi-
llante.
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Quienes deciden poner los motes de sus
compañeros ven en esta actitud sólo “algo
divertido”, “un chiste”, porque en ningún
momento registran al otro o generan em-
patía con él. Pasan del pensamiento a la
acción, sin reflexionar.
“Nunca pensé que
alguien se pudiera ofender o sentir mal
por eso”,
reconoce una joven
.
El rol de los padres
E
n off, muchos padres reconocen
que poco o nada pueden hacer
cuando esa situación se da en la
fiesta. La vergüenza y el temor a ser es-
crachado por otros padres, sobre todo, es
lo que pesa a la hora de no intervenir para
frenar el “juego”. Algunos padres sostie-
nen que hablan con los jóvenes, pero con-
fiesan que poco o nada pueden hacer
para persuadir a sus hijos de que no está
bien lo que hacen y hay otros que atribu-
yen livianamente la situación a “una
broma”.
“No me animé a pararme y decirles a
los chicos que terminaran con esa
ceremonia. No estábamos cómodos,
pero era la fiesta de egresados y es-
taban otros padres y autoridades
del colegio y no me animé
”, con-
fiesa uno de los progenitores consul-
tados.
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“La fiesta de egresados de dos
de mis hijos es este fin de se-
mana y con un batallón de pa-
dres nos propusimos hablar
con los chicos para sugerirles
que no hagan la entrega de pre-
mios y que tampoco acopien al-
cohol, como hacen, para la
previa. He hablado mucho con
mis hijos al respecto, sólo es-
pero que recapaciten y no lo
hagan”,
dice otra de las madres.
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Hace pocos días se viralizó un video
realizado por alumnos del Colegio
Don Bosco en el que invitaban a la
fiesta de egresados con un lenguaje
soez, haciendo gestos obscenos, cri-
ticando a la dirección del estableci-
miento y a algunos sacerdotes.
Conocido el video, las autoridades del
establecimiento decidieron amonestar y
suspender a los futuros egresados,
cerca de 50, por lo que varios habrían
quedado libres y deberían rendir todas
las materias. Esta medida disciplinaria
generó una grieta entre los padres de
los alumnos, porque mientras unos la
aprobaban y reconocían que había sido
una falta de respeto; otros buscaban in-
terponer un recurso de amparo, muy
enojados por la situación, ya que consi-
deraban que el video no se había gra-
bado en la escuela y que era una forma
“divertida” de promocionar la fiesta.
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“No nos cuidamos entre nosotros.
Hoy se impone una sociedad que
promueve los antivalores. En Argen-
tina tendemos a premiar la viveza
criolla, la deshonestidad, la injusti-
cia, la intransigencia, la intolerancia,
la traición, el egoísmo, la irresponsa-
bilidad o la indiferencia. Vemos como
macho al hombre que engaña a su
pareja y las mujeres suelen ser las
primeras víctimas de esto o las más
expuestas. Es fácil decir ´premiamos
a la que se bajó a todos en Barilo-
che´. Los jóvenes suelen ser poco
solidarios con sus pares”,
dice el so-
ciólogo Alberto Espinosa.
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Sin dudas, el “juego de los premios” no
responde sólo a una moda sino a algo
más profundo que se instaló en la so-
ciedad sanjuanina y a la que hasta
ahora ni los padres ni las autoridades
escolares, han logrado dar fin.
¡Bullying en las
fiestas de egresados!